Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 22 de marzo de 2015

Cínico

No sé que pensar de esos dos. Temo una guerra abierta entre ambos. Hablo por supuesto de Louis y Armand.

Lestat de Lioncourt


He visto en sus ojos miles de reproches, los cuales oculta en algún rincón de su alma. Jamás ha dicho nada al respecto. El silencio es terrible cuando sabes que desean lazar a tu rostro el dolor, la desesperación y miles de condenas. Sin embargo, él ha tomado la opción de guardar tras una elegante sonrisa, un minúsculo ademán y cierta caballerosidad lo que realmente siente hacia mí. No me odia, no detesta mi presencia, pero sí me condena por actos que ya no tienen solución alguna. Creo que no serviría de nada que él me hablase sobre su dolor, hiciese reproches sobre actos, tal vez crueles, de un pasado que compartimos y que ya no volverá.

Hace unas noches que ocurrió una gran tragedia. Sus músculos se han tensado desde entonces, su mirada parece más cruel y sus labios guardan un tenso silencio. Hemos visto morir a cientos, conocido el trágico destino de conocidos que admirábamos y él ha notado ese deseo, tal vez insensato, de buscar a Lestat para regresar a su lado. La espera tensa de sus acciones es para mí un suplicio. Decidí cuidar de él tal y como me habían encomendado, aceptando su presencia noche tras noche, mientras Lestat huía de cualquier responsabilidad. Él era su vampiro más débil, pero en estos momentos juraría que es el más temible.

Sólo hace unas horas que tuvimos nuestra última discusión...

—Louis—dije hace más de una hora—. Louis...

—Guarda tus palabras para otro que desee oírlas—contestó sin mirarme directamente a los ojos, aunque sí levantó la vista de su libro.

No vacilé en tomar asiento junto a él, justo a la derecha. Apoyé instantáneamente mi cabeza en su hombro. Mis cabellos pelirrojos, sueltos y ondulados, rozaron su chaleco negro, el cual había elegido con cuidado, mientras mis manos se mantenían sobre mis muslos. Mis ojos castaños no se atrevían a mirar profundamente en sus verdes campos, pues esas esmeraldas estaban llenas de veneno. Eran pozos de veneno y crueldad. Un pozo taimado que esperaba desatarse para verterse sobre su próxima víctima.

—Regresar con él sería fatal para ti. Quizás volverías a...—balbuceé. No sabía como enfrentarme al misterio del vínculo entre él y Lestat.

—¿A qué? ¿A mantener vanas esperanzas como ocurre contigo y Marius?—dijo, ofreciéndome una sibilina sonrisa—. No todos somos tan patéticos como tú—susurró inclinándose hacia mí, llevando su mano derecha sobre mi zurda y ofreciéndome un leve golpe, a modo de consuelo, mientras seguía sonriéndome de ese modo—. Tú y tus vanas ilusiones—negó suave y regresó a su lectura.

Sentí una herida en mi corazón. Fue como si enterrara una terrible daga en mi pecho, justo hasta la empuñadura, después la retorciera y sacara sin sentimiento alguno. Era como si el hombre que yo una vez conocí, el Louis débil que aspiraba a ver a Dios algún día, se hubiese desvanecido dejando tan sólo al demonio que siempre existió.

Mis labios se abrieron ligeramente y él se inclinó un poco más, apretó mi mano y me robó un beso. Su lengua se introdujo en mi boca arrancándome sensaciones contradictorias: placer e ira. Mis ojos se entrecerraron y mis pestañas temblaron. La lengua de Louis acariciaba la mía, lentamente, en un beso medido. Mis piernas se abrieron y su mano diestra soltó la mía, se coló entre mis muslos y acarició mi bragueta. De inmediato dejó de besarme, se incorporó y tomó una maleta que se hallaba junto a la repisa de libros que solía consultar.


—¡Qué desfachatez, Armand! ¿Así de preocupado estabas por mí?—rió bajo, con la risa de un demonio—. Búscate un amante digno de tus fiebres, pues yo estoy harto de soportar tus fantasías.

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt