Marius y Pandora son tan tercos que prefieren vivir alejados a vivir juntos dándose amor. No lo entiendo.
Lestat de Lioncourt
¿Cuántas veces hemos dejado que el
orgullo nos hiera? ¿Cuántas veces hemos preferido alejarnos el uno
del otro? Somos tan tercos que olvidamos que el amor nos unía. No
vemos más allá de la herida hecha en el momento, la cual puede ser
un arañazo sin importancia. Nos comportamos como fieras. Dejamos que
el dolor nos invada. El veneno del orgullo se instala en nuestras
almas y exhalamos rabia.
Hemos olvidado que las almas tienen
muescas, recorrido, principio y final. Somos eternos. Sin embargo, no
comprendo aún como podemos hacer eternas también nuestras ofensas.
Nos vemos incapaces de perdonar. El dolor nos invade y nos presiona.
Hemos perdido muchas veces la razón. En ocasiones ni siquiera
tenemos motivos para discutir. Creo que sólo buscamos la excusa para
distanciarnos, tal vez por miedo o necesidad.
Temo el día que la discusión sea tan
fuerte que nos separe. No quiero perderte. Sin embargo, soy incapaz
de pedir disculpas. Jamás he logrado doblegarme ante tus palabras.
Mis acciones pueden considerarse la de un hombre de principios
firmes, pero esos principios están haciendo peligrar mi felicidad.
En mis pinturas pareces calmada, feliz y persuasiva. Sin embargo,
cuando te tengo frente a mí te conviertes en Atila y arrasas con
todo lo que yo he construido. Sé que no lo ves, del mismo modo que
no veo tus necesidades. Estamos ciegos.
Desearía que fueses feliz a mi lado y
dejásemos de discutir. Pero aquí estoy, pintando un cuadro,
recordándote sin saber donde estás.
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