Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 15 de marzo de 2015

El orgullo nos ciega

Marius y Pandora son tan tercos que prefieren vivir alejados a vivir juntos dándose amor. No lo entiendo.

Lestat de Lioncourt

¿Cuántas veces hemos dejado que el orgullo nos hiera? ¿Cuántas veces hemos preferido alejarnos el uno del otro? Somos tan tercos que olvidamos que el amor nos unía. No vemos más allá de la herida hecha en el momento, la cual puede ser un arañazo sin importancia. Nos comportamos como fieras. Dejamos que el dolor nos invada. El veneno del orgullo se instala en nuestras almas y exhalamos rabia.

Hemos olvidado que las almas tienen muescas, recorrido, principio y final. Somos eternos. Sin embargo, no comprendo aún como podemos hacer eternas también nuestras ofensas. Nos vemos incapaces de perdonar. El dolor nos invade y nos presiona. Hemos perdido muchas veces la razón. En ocasiones ni siquiera tenemos motivos para discutir. Creo que sólo buscamos la excusa para distanciarnos, tal vez por miedo o necesidad.

Temo el día que la discusión sea tan fuerte que nos separe. No quiero perderte. Sin embargo, soy incapaz de pedir disculpas. Jamás he logrado doblegarme ante tus palabras. Mis acciones pueden considerarse la de un hombre de principios firmes, pero esos principios están haciendo peligrar mi felicidad. En mis pinturas pareces calmada, feliz y persuasiva. Sin embargo, cuando te tengo frente a mí te conviertes en Atila y arrasas con todo lo que yo he construido. Sé que no lo ves, del mismo modo que no veo tus necesidades. Estamos ciegos.


Desearía que fueses feliz a mi lado y dejásemos de discutir. Pero aquí estoy, pintando un cuadro, recordándote sin saber donde estás.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt