Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 24 de marzo de 2015

Mi juguete y mi emisario

¿Me usaste? ¡No me digas! Por eso te detesto. Por eso y por muchas cosas más. 

Lestat de Lioncourt


En la oscuridad mis alas parecen de piedra, pero si te aproximas podrás ver que son tan suaves como las de un ave. No poseo alas negras. Desconozco que es la maldad, pero disfruto del pecado de la razón. Decidí pensar. Impuse mi propio juicio. No acepté que Dios pudiese tener motivos para obligar a cientos de almas destrozadas, arrojadas al abismo, y olvidadas como si jamás hubiesen existido. Quise que tú lo comprendieras, ¿qué hice mal? ¿Soñé demasiado? ¿Quizás volé demasiado alto?

Observé el recorrido de tu vida mortal. Pude ver la rabia en tus ojos, la esperanza tatuada en la dermis de tu alma y la necesidad, tan imperiosa como rebelde, de buscar una solución a la miseria que solía rodearte, asfixiarte y sepultarte. Te convertiste en un soñador mucho antes de darle nombre siquiera a estos. Fuiste un niño entregado a la verdad, por dolorosa y terrible que fuese, y respetaste tu libertad como si tuvieses alas. Vi como derramabas la sangre de inocentes a cambio de salvar tu vida, algo que no pudiste olvidar y que aún pesa sobre tus hombros. Eras un cazador, pero no un asesino. Sin embargo, podían tacharte de cobarde y ser el hazmerreír de un pueblo asustado por las bestias de ojos pardos, pelaje espeso y fuertes dentelladas.

¿Sientes la nieve cayendo lentamente sobre tus cabellos dorados? ¿Puedes apreciar tus pies helados? ¿Y el miedo? ¿Eres capaz de percibir tu propio miedo? ¿Qué fue de esos ojos soñadores? ¿Siguieron soñando como un niño o como un monstruo sediento de cosas más grandes que vivir en una pocilga como lacayo? Dime, ¿qué sientes cuando recuerdas que ese hecho hizo que el hilo de tu vida se agitara? Empezaste a vivir realmente tras ese hecho. Conociste de cerca la muerte, pudiste seguir su rastro y sentiste la cálida sangre entre tus manos. Eras un asesino reverenciado, apreciado, amado, idolatrado hasta límites indecibles y terriblemente culpable corriste a refugiarte en sueños más apacibles.

Amabas la vida. Querías disfrutar de ella. Te dejaste llevar por la fascinación del teatro. Y yo, como buen demonio, seguí tus pasos. Observé y especulé hasta donde llegaría el delirio de Magnus. Cuando, tú mi querido cazador, te convertirías en presa de un monstruo terrible. Lloraste, aceptaste tu destino y te convertiste en un divino demonio sobre las tablas del mundo. Yo te adoré entonces, deseé aparecerme con una sonrisa y una sutil invitación. Si bien, era temprano.

Te he amado. He sentido un amor terrible cuando te he visto junto a Marius, llorando por Claudia o deseando regresar a la hermosa época de tu “Familia Feliz”. Observé tu sueño, acaricié cada pensamiento sin que pudieses notar mis dedos, y canté tus canciones como si fuese uno más de tus fans. Fascinaste al demonio y éste quiso que fueses su compañero. Pero tú, como no, decidiste ser rebelde y aceptar otro destino. Yo lo sabía. Por eso te elegí a ti. Sabía que me negarías más veces que San Pedro frente al canto del gallo.


Te dejé vivo, con una historia que contar y un velo entre tus manos. Ofrecí al mundo un mensaje y tú, mi querido rebelde, conquistaste a todos con tus encantos. ¿Cuántos han clamado mi nombre desde que tú narraste mi historia? ¿Cuántos creen ahora en mi bondad y esperan, con ansiedad, que esas diez almas aparezcan y podamos llegar todos al paraíso?  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt