Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 7 de marzo de 2015

París, violín y celos

—Bonjour monsieur, ¿una moneda para los artistas?—pregunté, desnudando mi cabeza. El sombrero estaba algo raído, pero servía. Mis rubios cabellos caían sobre mis hombros, rozando mis mejillas, y mostrándome ante todos como un mendigo con la virtud de un charlatán. Mis ojos grises, con ligeras tonalidades azuladas, brillaban esperanzados ante cada transeúnte. La capa roja, que me había obsequiado el padre de Nicolas, me abrigaba aunque no mataba el voraz apetito de días sin llevarme mucho a la boca.

—Trabaja—fue la respuesta del caballero, que ni siquiera prestó atención a mi esperanzado gesto.

—Nicolas, hazlo con más optimismo—dije girándome hacia él—. Imagina que estamos solos en esa boardilla, sin frío ni apetito.

—Lestat, mi imaginación no alcanza a tanto—reprochó con una ligera sonrisa burlona—. Mucho es que imagino un gran pollo asado, guarnición de patatas y una buena jarra de vino. ¡Ah, maldito apetito!

—¡Atento!—exclamé—. Vienen unas damas...

Él sabía que podía ser terriblemente persuasivo y seductor. Las mujeres solían dejar buenas propinas. Comenzó a tocar una melodía dulce, muy atractiva, que enloquecería a cualquiera que la escuchara. Era una composición propia, la cual había estado creando durante algunas noches y me había dedicado. Nicolas poseía talento, por mucho que mi madre creyese que no llegaría a conseguir nada loable.

Las mujeres se aproximaron. Sus elegantes vestidos de llamativos colores y estampados, el perfume de sus generosos escotes y sus bonitos tocados, gritaban más que las escuetas joyas, aunque de gran valor, que adornaban sus cuellos, orejas y manos. Eran hermosas. Jamás había visto mujeres tan hermosas y perfectas como en París. Tenían la piel blanca, los labios sonrojados y unos ojos brillantes que parecían las propias estrellas.

—Admiren a la primavera en pleno invierno con su cálida sonrisa de verano. Observen las flores que germinan en este jardín salvaje hecho de adoquines, ruidosos carruajes y elegantes cafés. Oh, hermosas mías, jamás he visto nada igual. Soberbias criaturas, hermosas criaturas celestiales, ¿venís del Edén? Por favor, indiquen como podemos, mi amigo y yo, llegar a vuestro delicioso hogar—mis palabras sonrojaron a las dos más jóvenes, así como a la mujer de mediana edad. Las tres rieron aproximándose a nosotros para dejarnos el suficiente dinero para calentar el estómago—. ¡Oh! ¡Dios las bendiga!—grité como si creyese realmente en mis palabras—. Hermosas mías, muchas gracias.

—Gracias a ti—respondió—. Hacía mucho que no me ofrecían unas lisonjas tan elaboradas—susurró la mayor de las tres—. Mis hijas y yo te estamos agradecidas.

Nos dirigimos algunas miradas, ciertas palabras, diversos halagos y una despedida amable. Me sentía eufórico, hasta que me giré hacia Nicolas. Había dejado de tocar, sus ojos eran los de una fiera y parecía crispado.

—Tú y tus fulanas—masculló.

—Nicolas, lo hago por nuestro bien.

Sus celos eran terribles. Siempre lo fueron. Sin embargo, se acentuaron en París. Yo no podía controlar mis impulsos y él no podía controlar los suyos. En nuestro pequeño nido salvaje, donde nos refugiábamos como si fuéramos aves de paso, él era el único que lograba enloquecerme. Si bien, mis ojos se despistaban y caían en los maravillosos escotes, las mejillas sonrojadas y las bocas carnosas de las parisinas.

—Prefiero morirme de hambre, Lestat.


No me dirigió la palabra en todo el día. Por la noche me recosté a su lado, abrazando su cuerpo. Mis manos acariciaron su cintura, se deslizaron bajo su camisa, y él permitió que un ligero suspiro se escapara de su boca. Se ofreció a mí, como si fuese un maravilloso regalo, y yo me entregué por completo.

Lestat de Lioncourt   

2 comentarios:

Unknown dijo...

Ah es hermoso amo, lestat y nicolas (porque tuviste que morir) me encanto, podrias hacer uno de marius y armand o daniel y armand, gracias

Lestat_De_Lioncourt dijo...

Supongo que es nueva en el blog o la página... pero de esos hay cientos. Tenemos una programación. No hacemos cosas por encargo, pero además están ya publicados muchos de esos textos. Revise, por favor.

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt