Venga, alegría. ¿Ahora se supone que yo era su mensajero? Si lo llego a saber no digo nada.
Lestat de Lioncourt
¿Por qué lo elegí a él? ¿Por qué
entre tantos? Tal vez por el simple hecho de verme reflejado en su
rebeldía. Él deseaba romper reglas y entregarse a las causas más
extrañas. No tenía límites. Apreciaba con gran interés el arte,
los avances, la vida misma y, sobre todo, al hombre en sí. Siempre
estuvo enamorado de la humanidad, aunque es un monstruo que caza
entre el gentío esperando, con paciencia y astucia, a una presa
inevitable. ¿No soy yo la representación del mal y el pecado?
Quizás soy el mayor exponente de la maldad, pero él es un gran
ejemplo de malicia.
Mi intención no era asustarlo, tampoco
esperaba que me creyera. No, no estaba dispuesto a tenerlo de
discípulo. Deseaba que propagara mi mensaje. Él siempre cuenta todo
lo que sucede en su fabulosa, extraña y alocada vida. Hay cientos de
ejemplares desperdigados por el mundo de su primera gran tragedia.
Los jóvenes lo adulan como si fuese un santo en un altar. Hay
quienes lo consideran un héroe de nuestro tiempo. Todos y cada uno
de ellos han descubierto un trozo del rompecabezas, pero no han
logrado resolver la ecuación al completo. Yo tampoco. Creo que nadie
puede saber todo de nadie. Sin embargo, yo sabía que él aceptaría
caminar a mi lado por algunas horas.
Gracias a él mi mensaje fue escuchado,
leído infinidad de veces, sentido como una verdad innegable y
colocado en un hueco extraño en sus corazones. Muchos creerán que
es una maravillosa fábula, pero otros habrán roto sus esquemas y
estarán dispuestos a conocer la verdad que aún no he desvelado por
completo. El tupido velo de dolor y miseria que rodea el mundo, ese
que os hace sentiros confortables, algún día caerá y vendréis
ante mí a sentir los tormentos más terribles. La oscuridad tocará
a vuestras puertas, la muerte empezará su canción fúnebre y
vosotros vendréis con crisantemos en las manos en señal de amistad.
Nos veremos cuando el ataúd cruce el
cementerio. En ese momento podré tomarte del hombro, contarte mi
historia y sacrificarte para encontrar las dichosas diez almas.
Lestat sólo fue un títere, pues lo realmente valiosos sois
vosotros. Vosotros, a quienes os aprecio, que seguís mis pasos
revolucionarios y esperáis que aún Dios os ame, como así lo espero
yo.
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