Arjun es uno de esos inmortales que no conozco bien, pero que he empezado a admirar. No comprendo porque Marius lo odia tanto.
Lestat de Lioncourt
—Desperté buscándote como si fueras
manantial—dije sosteniéndola entre mis brazos.
Ella parecía compadecerse aún por el
cruel destino de Maharet. Comprendía su dolor y veía los amargos
estragos en sus mejillas. Todos odiamos llorar. Puede llegar a ser
liberador el llanto, pero también terrible y sucio. Dos enormes ríos
rojizos manchaban su piel de porcelana. Sus manos se aferraban a mis
prendas y las mías acariciaban sus negros cabellos. Esos ojos
castaños, los cuales parecían rubíes de café, me perdían.
Sólo había una palabra que repetía
en mi mente, la cual escuché pronunciar mil veces a Amel. Era la
palabra belleza. Ella era hermosa, pero no sólo por su físico. La
envoltura de su alma era atractiva, pero no más que sus palabras y
acciones. Para mí ella siempre fue una musa, el aliento de mi vida,
la sensación de la primavera naciendo incluso en pleno desierto o
bajo toneladas de nieve blanca y fría.
La recuerdo elegante, soberbia, con los
ojos llenos de inquietudes y terribles misterios aferrada a mi brazo
bailando en sociedad. Lucía tan enigmática como libre. Era un ave
con plumaje de mil colores, adornada con joyas mucho menos valiosa
que ella misma. Yo la amaba. Amaba cada gesto o palabra. Incluso he
amado sus silencios. Aún lo hago. No puedo dejar de hacerlo. Es como
un sortilegio y no quiero escapar del ensueño que provoca en mí.
—¿Y has podido saciar tu sed? Soy
una terrible compañía en estos momentos—susurró aferrada a mí.
—Tienes que mantenerte fuerte. Pronto
se solventará todo y tendrás que mostrarte serena—besé su frente
mientras escuchaba las diversas conversaciones.
Todos reunidos intentando solucionar el
gran desastre. Mis manos estaban manchadas de sangre inocente. Había
arrebatado la eternidad a cientos de jóvenes. Me sentía un fraude.
Sin embargo, podía dar mi vida en esos momentos como si fuese algo
valioso si salvaba a Pandora, si lograba que ella fuese feliz. Ese
era mi pensamiento en esos momentos. Momentos antes de ver a Lestat
ser tan impulsivo ganándose mi afecto y admiración, pues todo
comenzó a cobrar sentido y se encauzó hacia una verdadera solución.
Y como anuncié ella se mostró serena y fuerte. Demostró a todos que no sólo era una gran mujer, sino que poseía una belleza y una inteligencia propia de una diosa.
Y como anuncié ella se mostró serena y fuerte. Demostró a todos que no sólo era una gran mujer, sino que poseía una belleza y una inteligencia propia de una diosa.
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