La segunda emisión del nuevo programa de radio donde David y Daniel colaboran con Benjamín. No se lo pierdan.
Lestat de Lioncourt
Faltaban menos de cinco minutos para
iniciar la transmisión. Talbot ya ocupaba su lugar junto a Benjamín,
el cual revisaba concienzudamente los micrófonos y aparatos para que
la transmisión no constase de impedimento alguno. Molloy se
encontraba en la gavina revisando las preguntas que habían ido
llegando al contestador del programa. Había algunas interesantes que
el mismo había hecho llegar al antiguo director de la Orden de la
Talamasca. Era curioso ver en aquella habitación a esos tres seres,
con distintos gustos y de diversos orígenes, centrados en el
importante trabajo de informar concienzudamente de las noticias más
relevantes. La pasión por la información les unía. A Molloy le
servía como terapia, pues podía al fin centrarse en aquello que
tanto amó y formó parte de su vida mortal.
Benjamín vestía con una chaqueta azul
azafata, camiseta sin mangas blancas y pantalones negros de vestir.
Sus lustrosos mocasines no se veían y a penas rozaban el suelo. La
silla era cómoda para él, aunque inmensa para su pequeña estatura.
Podía regularla, pero quedaría algo más bajo y eso solía
molestarle. El sombrero seguía en su lugar, como si no se lo hubiese
quitado desde la noche anterior.
David, sin embargo, había optado por
un suéter con cuello de pico, no muy grueso, de rombos en distintos
tonos verdes y marrones. Sus ojos oscuros, marrones con destellos
dorados, brillaban con emoción mientras se acomodaba el cuello de la
camisa blanca que tenía bajo la citada prenda. Su chaqueta estaba
sobre el respaldo, pues la primavera en Nueva York estaba siendo
bastante calurosa y húmeda. Sus pantalones estaban impecablemente
planchados y sus zapatos eran similares a los de Benjamín.
Daniel, por su parte, vestía con un
peto y una camiseta simple. Él no era de vestir estirado. Jamás
supo lo que era llevar un buen traje y una refinada corbata. No era
de ese tipo de hombres, por eso se negaba a llevar las estiradas e
incómodas prendas que otros solían llevar.
Antoine y Sybelle aparecieron al fin,
pero ella quedó situada en el piano y él tomó asiento entre David
y Benjamín. Ella vestía un vaporoso vestido negro y un collar de
perlas blancas. Sybelle siempre parecía una diosa sacada de las
pinturas del renacimiento. Era hermosa y perfecta. Sus delicadas
manos blancas, que parecían magnolias, se movían sobre el teclado
con una majestuosidad única. Antoine, sin embargo, había optado por
una simple camisa azul pastel y unos jeans. Llevaba unas botas
negras, aunque su compañera había llegado descalza y así
permanecería toda la noche.
—¿Estás nervioso?—preguntó
Benjamín mientras amontonaba algunas tarjetas donde llevaba un
pequeño guión.
—Es la segunda vez que narro mi
historia a alguien—dijo—. No sé que preguntas me
haréis...—susurró mirando a ambos—. Soy mucho menos tímido
cuando toco mi violín o el piano.
—Sólo tienes que dejarte
llevar—respondió David—. Según recuerdo querías llamar a la
radio, ¿no era así? Pues ahora eres el protagonista de ésta noche.
—David, te agradecería que no
intentaras asimarme de ese modo—murmuró dejando escapar una ligera
risa nerviosa—. ¿Cuándo empezamos?
—Ahora mismo—dijo Benjamín
haciendo señas a Daniel. Antes podía controlar toda la estación de
radio de una forma rápida y cómoda, pero Lestat le había entregado
un mejor equipo para alentarlo. Deseaba que las retransmisiones
fueran más nítidas—. Buenas noches hermanos y hermanas. Buenas
noches tribu—sus hermosas facciones infantiles parecían
endurecerse cuando hablaba. Frente a los demás inmortales no era un
niño, ni un adolescente, sino un hombre bajito de rostro ligeramente
aniñado—. Nuevamente nos acompañará David y por supuesto
Sybelle—la joven ya había empezado a tocar las primeras notas.
Aquello puso nervioso a Antoine, pero al ver como se desenvolvía
aquel joven vampiro lo tranquilizó. No era muy distinto a conversar
en una pequeña habitación a solas.
—Buenas noches a todos los
oyentes—intervino Talbot—. Para la audiencia que no estuviese en
las noches anteriores, aunque supongo que pudieron acceder a la web y
reproducir mi pasada intervención, les recuerdo que ésta sección
se dará los domingos. Será una sección de noticias, conversaciones
y entrevistas en directo—explicó nuevamente con una ligera
sonrisa—. Como ya anuncié hoy tendríamos con nosotros a Antoine,
el joven músico que fue creado por Lestat poco antes de marcharse de
New Orleans en busca de Claudia y Louis—en ese momento Antoine
sintió un nerviosismo similar a su primera actuación ante alguien
más que sus familiares. De eso hacía mucho tiempo. David lo notó y
no dudó en calmarlo colocando su mano derecha sobre el hombro del
otro vampiro—. Buenas noches Antoine. Es un placer que estés con
nosotros.
—Sí...—dijo con una sonrisa
nerviosa—. Siempre estoy con ustedes, así como con el resto del
mundo, pero por primera vez se escuchará mi voz por las ondas—miró
el micrófono y recordó los viejos armatostes que llegó a conocer.
Aquello era minúsculo comparado con los primeros que había logrado
tener frente a él. Era increíble como la tecnología evolucionaba
tanto y el mundo parecía siendo el mismo—. Estoy agradecido de
estar con ustedes. También confieso a la audiencia que me encuentro
nervioso.
—Es curioso que esto te provoque
nerviosismo—dijo Benjamín—. Recuerdo que querías llamar mi
atención, pero no pudo ser. ¿Qué mensaje tenías pensado decirnos
en aquellos oscuros días?—se atrevió a preguntar.
—Deseaba identificarme como una de
las criaturas de Lestat. Me siento muy orgulloso de haber sido creado
por él, pues para mí es un símbolo de la fuerza y la capacidad de
reacción que debe tener un vampiro. No se deja amedrentar—se
ruborizó un instante y luego suspiró—. Quería ponerme en
contacto con él, rogarle que me escuchara y escuchara a todos
nosotros. Si estaba desaparecido era porque se encontraba herido.
Podía suponer que estaba herido en su alma y no físicamente.
—¿Cómo podías saber eso?—preguntó
David con cierta curiosidad.
—Conocí a Lestat en unas penosas
circunstancias. Si no hubiese sido por él habría muerto fruto de
enfermedades provocadas por la mala vida que llevaba. Mi familia me
había desheredado y echado fuera del país. Me odiaban por algo que
había hecho mi hermano mayor, el cual jamás dijo la verdad y quedó
como el buen hijo que jamás fue—sus ojos se llenaron de lágrimas
que rápidamente secó—. Él me mostró que debía ser fuerte y
aferrarme a la música, pues la música me hacía feliz y lograba
acariciar el alma de otros, sanar sus heridas y hacerlos sentir en
paz. La felicidad es muy fácil de encontrar, aunque es
traicionera—su sonrisa empezó a ser más sosegada y su tono de voz
era muy dulce para el oído de todos los que escuchaban con atención
la emisión.
No muy lejos de allí, en una limusina,
Armand prestaba atención a cada palabra. Estaba vestido como si
fuese a acudir a la ópera, pero en realidad sólo deseaba pasear
dentro del vehículo observando los enormes edificios de la ciudad.
Lestat estaba junto a él y a su lado se encontraba Louis. Los tres
estaban magníficamente ataviados con ropas elegantes, ligeramente
clásicas y con un toque distinto para realzar la belleza de cada
uno. Lestat llevaba un chaleco rojo en tono borgoña, Louis había
decidido que el suyo debía ser color esmeralda y Armand llevaba uno
azul pastel, el mismo tono de la camisa de Antoine. Los tres
permanecían en silencio escuchando la radio. Lestat se distraía
momentáneamente, pero sus compañeros estaban centrados en cada
palabra.
—Tengo aquí una pregunta de uno de
los oyentes de la noche anterior—comentó David sacando la pequeña
nota que le había ofrecido Daniel horas atrás—. Preguntan si
estás loco, al igual que Nicolas.
—Para ser creativo hay que estar un
poco loco—se atrevió a decir—. Hay que sentir la música
invadiendo cada molécula de tu cuerpo, navegando por tu sangre como
hace Amel, y dejando que fluya. Amo mostrar todo lo que siento a
través del violín o del piano—dijo cerrando los ojos unos
instantes—. A veces puedo ver incluso el color de las notas, aunque
puede parecer una locura—susurró en tono confidencial antes de
abrirlos de nuevo, para mirar a ambos.
—La música mantuvo con vida y
esperanza a Sybelle, así que puedo comprenderte—explicó Benjamín.
—Gracias Benji—dijo sin perder la
sonrisa.
Antoine se había relajado y el
nerviosismo se había esfumado por completo. Ya no quedaba nada de
esos duros momentos antes de abrir la puerta y aceptar la invitación
de David. Por eso mismo David soltó su hombro y le dejó tranquilo.
Ya había pasado el peor trago.
—¿Guardas rencor a Louis por haberte
atacado?—lanzó la pregunta sin titubeos. David deseaba saber sus
sentimientos al respecto. Muchos sabían que aquel vampiro admiraba a
Louis y Louis al antiguo director de la orden. Ambos habían sido las
columnas que mantuvieron firme a Lestat durante algunos años.
—No—se apresuró a responder con
total sinceridad—. Me atacó porque pensaba que Lestat quería
dañar a Claudia. Estaba muy equivocado. Lestat amaba a su niña
eterna, para él su familia era muy importante. Quería que yo fuese
parte de esa familia—explicó—. Durante semanas me habló de los
progresos que había hecho la joven y como se sentía de orgulloso
cuando la contemplaba. Aunque también se asustaba por sus ojos
fríos. Sobre Louis todos sabemos lo que siente. No hay nada que
hablar al respecto.
—¿Crees que Louis te odia o guarda
algún rencor?—el rostro de David era serio, pero era por las
circunstancias del momento.
—No, aunque quizás pueda sentir
algunos celos injustificados. No estoy en la mente de Louis. No sé
lo que puede estar pasando por su mente ahora mismo, pero puedo
asegurarte que no me siento amenazado por él—se echo hacia delante
y suspiró—. Espero que algún día quiera hablar conmigo durante
algo más de unas horas.
Louis había alzado ligeramente su ceja
derecha y miró a Lestat, él sonreía ante esas palabras como si se
regodeara. Armand simplemente seguía mirando la ciudad, aunque su
atención estaba sobre Antoine.
—No mates al mensajero—le dijo
Lestat a Louis meneando ligeramente.
—Lo creaste porque pensabas en
Nicolas—respondió—. Él se parece más a tu antiguo amante que
yo.
—Ah... cállate y sigue la
entrevista. No es eso—contestó refunfuñando—. Además, mi
corazón es tuyo.
—Ya... claro.
Armand se rió bajo mientras en la
radio David seguía con la entrevista. Allí Daniel revisaba las
diversas máquinas que colaboraban con el silencio en el estudio y la
retransmisión pulcra que tanto deseaba el Príncipe de los vampiros.
—¿Crees que podrías haberte llevado
bien con Nicolas?—preguntó Benjamín.
—Somos similares y opuestos. Su forma
de crear arte es muy distinta a la mía. Armand me ha contado varias
historias y posee partituras, escritos y diversas obras inacabadas.
Tenía un talento innegable—sus ojos brillaban con unos matices
dulces cuando hablaba de arte, sobre todo de un arte tan próximo al
alma como era la música—. Me produjo una profunda decepción saber
que no posee más de unos cuantos documentos, pero lo entiendo—dijo—.
Lestat me habló durante varias noches sobre las conversaciones con
Nicolas, su carácter, la belleza que poseía cuando tocaba y el
carisma que jamás creyó poseer. Nicolas estaba atormentado y eso lo
destrozó. Yo estuve atormentado y destrozado, pero logré tomar
conciencia de mi fuerza y decidí vivir. Quería vivir para no hacer
daño a Lestat. No deseaba decepcionarlo—un mechón de su cabello
oscuro cayó sobre su ojo derecho, pero rápidamente se lo colocó
tras la oreja.
—¿Amas a Armand?—el muchacho había
dado de lleno. En ese momento Antoine miró con sorpresa a Benji y
luego se echó a reír.
—¡Claro!—exclamó—. No entiendo
porque muchos le temen. Es posible que hayan escuchado cosas
terribles de nuestro compañero, pero ¿no salvó a Sybelle, a ti y a
mí? Porque a mí me salvó. Decidió ser benévolo conmigo y
escuchar mi historia—su rostro era una amalgama de felicidad y
amor—. Me siento muy agradecido por estar con ustedes y porque él
me acepte con ese amor, esa entrega y ese optimismo. A veces discutes
mucho con él, pero es porque sois de siglos distintos. Nosotros no
somos tan dispares, pues hemos visto el mundo cambiar y dejarnos
anclados en un pasado amargo—Benji lo miró atónito y luego
frunció el ceño—. No te molestes conmigo. Pues tan sólo te pido
que lo escuches. Deberíais invitarlo para la próxima entrevista.
—Es una buena idea—dijo David
echándose a reír por ese cambio brusco que experimentó Antoine.
Armand en la limusina se sintió
inquieto, pues los ojos de Louis y Lestat repararon en él. Sin
embargo, no dijeron nada. En la radio los minutos pasaban y
decidieron dar por cerrada la entrevista.
—Esto ha sido todo por hoy—comentó
Benjamín—Para la próxima semana tendrán un Archivo de Talamasca
narrado y comentado por David Talbot en directo—explicó sosegado.
No estaba molesto con Antoine, pero sí le había hecho recapacitar
sus palabras—. Ha sido un inmenso placer poder ofrecerles un poco
de nuestro compañero, de nuestro violinista, a todos ustedes.
—El placer ha sido mío—dijo
Antoine.
—También les recordamos que se
transcribirá nuestra emisión y podrán descargarla para que puedan
compartirlas en sus móviles y redes sociales—intervino David—.
Será cortesía de Daniel Molloy que está en la cabina y quien ha
elegido las preguntas más interesantes que han llegado para
Antoine—comentó remangándose el suéter y la camisa—. Por
supuesto se subirá a la web el nuevo artículo de nuestro compañero
el sábado próximo.
—Tengan buenas noches—dijo
Benjamín—. Les dejamos con Sybelle.
Antoine se levantó y corrió a tomar
su violín para tocar con ella. Benjamín quedó allí sentado,
observando al músico, mientras que David se retiraba a conversar con
Daniel en la cabina. Lestat y Louis decidieron bajarse de la limusina
con la excusa de cazar alguna presa. Armand quedó allí sentado,
acurrucado contra la ventana, sintiendo como su corazón bombeaba
demasiado rápido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario