Jesse es una de esas mujeres que no suelen decir todo lo que sienten, pero que cuando lo hacen te dejan pensando. ¡Ah! Espero que David no suelte su mano.
Lestat de Lioncourt
Cuando lo contemplo no puedo perder
detalle de sus rasgos. Veo la cara de un hombre distinto al que fue,
pero cuando hace algún gesto vuelve a mí la imagen del paciente
director de la orden. Hay un proceso científico en el cual implantan
el rostro de un hombre fallecido, sean cuales sean sus
circunstancias, en la cara de otro que ha quedado con la suya
deformada. El resultado es algo similar a lo que veo en él. No son
los rasgos del fallecido David Talbot, pero tampoco son los del joven
insensato que perdió su cuerpo. Es un hombre diferente, pero a la
vez sé que su alma sigue siendo la misma.
Llevo más de media hora observando
como camina de un lado a otro. Es la primera vez que le veo sin
chaqueta y sin corbata. Tiene la camisa mal abrochada y muestra
ligeramente su torso bronceado. Su piel es distinta a la que tuvo una
vez. No lo digo por las arrugas, sino por su suavidad y el ligero
color tostado. Ahora posee unos magníficos ojos oscuros profundos y
temibles, pero puedo ver en el ligero brillo dorado una belleza
inusual. Posee fuerza, tiene belleza, tiene poder y tiene un espíritu
sosegado que clama al entendimiento. Se encuentra descalzo y el
sonido de sus pies sobre las baldosas de mármol me enloquece.
Quizás debería salir de la cama y
abrazarlo. Tendría que hacerlo. Sin embargo, me encuentro aquí
entre las sábanas blancas y revueltas, como si fuese la espuma del
mar llegando a la orilla de cualquier costa, observando cada detalle.
Las ondas de su pelo negro, su flequillo algo revuelto, y esas muecas
con sus labios carnosos me muestran a un hombre desenfadado y serio a
la vez. Necesito un abrazo, pero sé que él se percatará como
siempre. Él vendrá sin que haga falta que diga nada. Esperaré a
que termine de dar instrucciones a Benjamín por teléfono. Seré
paciente.
David Talbot jamás dejará de ser el
director de la orden donde sacrifiqué mi vida. Nunca dejará de ser
el hombre que ahora me protege y que cuida de mis intereses. No
permitiré que nos dividan. Él es mi compañero en éste mundo lleno
de misterios que poco a poco, aunque nos cueste la eternidad,
desenmascaremos. Pero ahora sólo puedo pensar en mis raíces
destruidas y en la verdad que ha quedado sepultada. Él me está
ayudando y jamás podré agradecérselo lo suficiente. Creo que nunca
he dejado de amarlo y admirarlo.
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