Armand tiene razón y Marius debería replantearse lo que está haciendo. Bueno, pero que primero termine las normas... eso sí.
Lestat de Lioncourt
Estimado maestro:
Te escribo ésta carta del modo más
convencional posible. He intentado limitar mi acceso a las nuevas
tecnologías para poder transmitirte mis sentimientos a través de
una carta. No voy a llamarte. Tampoco quiero ver tu rostro cuando
sepas lo que ya conoces. Sé que sabes punto por punto cada una de
las siguientes líneas. No puedes leer mi mente, pero he comprendido
que hace tiempo que puedes leer mi alma aunque mientes. Y mientes muy
bien. Siempre dices que puedo con todo lo que sucede a mi alrededor,
que me haré más fuerte y seguro. Sólo me ha hecho más daño el
saber que yo, aunque imperfecto, soy tuyo... pero tú no eres capaz
de cuidar de mí como deberías. Soy un barco sin capitán ni rumbo.
No te preocupes. No te haré pagar las consecuencias de tus mentiras,
tus actos pueriles y tus miradas frívolas. Arrancaré de mí todo
sentimiento tras acabar éstas líneas.
Podría haberte dado todo, pero tú
decidiste que no debería siquiera apropiarme de una de tus sonrisas.
Acepté el reto y continué hacia una nueva meta, pero esas metas se
convertían en desiertos áridos y en condenas eternas. El amor
adolescente se convirtió en veneno derramado en cada una de mis
lágrimas. Las noches empezaron a tener menos estrellas y los sueños
se desvanecieron como si fueran humo. No quedó nada. Del joven que
tú rescataste no quedó ni su alma, pues he cambiado tanto que ya no
me reconozco frente al espejo. Puede que sea el mismo cabello rojizo,
el mismo rostro de querubín perdido y esa boca carnosa que suspira
vencido ante la tragedia. Es posible, pero no soy yo. Soy un engendro
que ha sobrevivido a los siglos de desconocimiento, hundimiento y
tragedia. He sufrido tanto que no recuerdo qué es sonreír sin
imitar o fingir.
Acepto que quizás no he sido lo que tú
deseabas, pero tú tampoco has sabido jamás qué es lo que realmente
faltaba en tu vida. Hablas de amor, lo contemplas y le das formas con
tu paleta de pinturas. Eres capaz de grandes prodigios. Has logrado
un milagro con otros y has obrado como padre de ovejas descarriadas.
Y, sin embargo, yo que siempre te he esperado, creído en ti y en tus
viles actos, me has condenado a ser un mero recuerdo cubierto de
polvo y desgracia. Quizás morí aquella noche, ¿no es cierto? Para
ti hubiese sido mejor que ese engendro que te amaba y, que por duro
que suene, te sigue amando muriera en aquella pira destinada a
destruirme y olvidarme en el recuerdo.
Llegaré a un acuerdo contigo. Uno que
espero que te reconforte del mismo modo que lo ha hecho conmigo. Tú
serás libre y yo también. Olvidaremos el pasado. El amor lo
enterraremos sin pomposidad y con la eficacia de los nuevos
funerales. No habrá sepelio ni lágrimas. Simplemente olvidaremos lo
que fuimos y nos centraremos en el futuro. Yo no te reclamaré nada y
tú no tendrás que inventarte excusas.
Armand, Le Russe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario