Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 18 de mayo de 2015

Tu fuerza es tu mejor don

—¿Qué haces aquí?—estaba a punto de amanecer. Hacía horas que muchos de los vampiros que usualmente me visitaban se habían retirado. Otros estaban en algunas de las habitaciones superiores, todavía discutían algunas de las normas e intentaban aportar ideas sobre como ejercer el turno de palabra. Pero él estaba ahí, con sus enormes ojos castaños clavándose en los míos y sus pequeñas manos aguantando su chaqueta de terciopelo azul oscuro.

Siempre me ha parecido frágil, aunque monstruosamente fuerte. Hasta hace unas décadas no acabé de encajar qué podía pasar por su mente. Simplemente es complejo. Aún quiero conocerlo, pero es difícil quitar cada capa de dolor y miseria que recubren su herida alma. Ha creado un pequeño laberinto donde se esconde con su rostro impávido, sus labios carnosos de color rosáceo y sus imponente mirada cargada de melancolía. Es un ángel que parece tocar tus hombros, susurrar sobre la muerte y el pecado, para luego retirarse riéndose de su propio dolor. Un demonio. Eso es. Un demonio con rostro de ángel y alma destruida por el tiempo y el pecado de otros contra sus destrozadas alas.

—Armand...—coloqué mis manos sobre sus hombros, apretándolos ligeramente, para notar como temblaba por el frío que había sentido mientras se movía por los aires—. Armand...

—Abrázame—rompió a llorar aferrándose a mi chaqueta roja.

Sus lágrimas quedaron mezcladas con el color de mi chaqueta, mi camisa blanca quedó salpicada y sus uñas se clavaban ligeramente en mi torso. No comprendía nada. Sin embargo, sabía que algo en él se desquebrajaba. Había dejado demasiadas incógnitas en el aire. Su fe siempre había sido un bastón donde apoyarse, pero se la arrebaté. Horas atrás, tras una larga conversación telefónica, terminé hiriéndolo al decirle que no creía en nada y que Amel me aseguraba que él no tenía conocimiento de Dios alguno.

—Armand, lo siento—susurré acariciando sus rojizas hebras.

—Si no hay Dios, ¿quién podría quererme y perdonarme?—murmuró.

—Yo—respondí.

—Tú...—dijo riendo bajo.

—Todos te amamos. Hay miles de jóvenes que te temen y admiran.

—Eso no es amor—respondió haciendo acopio de sus pocas fuerzas—. Eso es miedo.

—Tus pupilos—dije tomándolo del rostro—Y Antoine...


En ese instante agachó la mirada con sus mejillas ligeramente ruborizadas. Sin embargo, sabía a qué se refería. Él quería un amor más puro y un castigo digno a todos sus pecados. Pero para Armand el pecado ya le había marcado y el tiempo se había cobrado con creces sus tropiezos. No quise decírselo. Sólo le acogí en mi residencia y le permití contemplar las hermosas vidrieras que había colocado en uno de los torreones.

Lestat de Lioncourt   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt