Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 17 de mayo de 2015

Tu fuerza

David y Jesse son un dueto extraño pero cómplice. Hacía mucho que no sabía de ellos y tenerlos cerca me vino bien.

Lestat de Lioncourt


—¿Vuelves a estar pensativo?—preguntó mientras observaba las ruinas.

—Recuerdo cuando las galerías estaban repletas de lirios, las estanterías parecían no querer ceder a los libros que se acumulaban y los archivos estaban ocultos entre viejas pinturas, hermosos muebles y elegantes tapices—expliqué fatigado.

El corazón de Seth latía en mis oídos, como si fuese un mosquito, mientras respiraba agitado admirando las ruinas de un mundo que conoció en mejores circunstancias. Fareed se aproximaba al pequeño montículo donde estaba el cuerpo y la cabeza de Maharet. No muy lejos se hallaban los trozos del cuerpo de Khayman. Aquello parecía obra de un ejército de guerrilleros, los cuales entraron y asaltaron destruyendo todo a su paso. Las aves que cantaban a todas horas, incluso en plena noche, parecían haber huido a tiempo. No había nada más que cenizas, piedras y sangre reseca. La carne de aquel cuerpo duro, marmóreo y atractivo estaba esparcida por todo el área. La granada de mano dispersó rápidamente todo lo que fue aquel recinto. Era un lugar de guerra y no de paz.

—Intento ser fuerte, David—susurró buscando mis brazos.

Abrí mis extremidades y la rodeé firmemente. Besé su frente y la miré a sus hermosos ojos verdes. Tenía unas esmeraldas que imploraban cariño y justicia. Sin embargo, por el bien de todos habíamos decidido enterrar la guerra y avivar la paz. Sus mejillas estaban aún teñidas de rojo, por las lágrimas que había derramado, y sus labios pedían un beso que no me atrevía a robar.

—Sé que es saber que se ha cometido una injusticia y no poder hacer nada. También sé que es no poder enterrar a tus muertos como es debido. Ella no está aquí ya. Su alma ha volado libre—dije tomándola del rostro—. Jesse, he visto morir a muchos que amaba. Aaron era mi mejor amigo, mi hermano, y un ser espléndido que murió engañado y abrumado por una verdad incómoda. Merrick dio su vida por salvar un alma atormentada. Y tantos otros, Jesse, que la vida misma me ha ido arrebatando. Sólo puedo decirte que seas fuerte, tomes impulso y no mires atrás. Si quieres mirar hazlo, pero no te rindas. Tú eres más fuerte—susurré acariciando sus mejillas.

Ella sacó mi camisa de algodón blanco del interior de mis pantalones, para colar sus manos por mi espalda y acariciar mi piel. Sus dedos se movieron como gotas de lluvia en un cristal. Me percaté que necesitaba el calor de mi cuerpo, así como la comprensión de mi alma. Volví a rodearla, pegándola con cariño, mientras permitía que escuchara el latido de mi corazón.

—¿Serás fuerte?—pregunté.

—Si estás a mi lado puedo serlo—respondió—. Porque tú haces que quiera recuperarme para levantar cada una de éstas piedras. En ti veo el hombre que conocí y no contemplo a un extraño. Tu rostro es tan familiar como cada una de tus palabras. Tú siempre has sido el director de la orden que tuve que abandonar... —guardó silencio y alzó su rostro para mirarme directamente a los ojos—. Un hombre sabio y honrado en el que puedo confiar.


—Confía en mí, pero no dejes jamás de confiar en ti.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt