Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 3 de mayo de 2015

Mezcla de emociones

—Siempre has sido un irresponsable—decía caminando por la sala—. Terriblemente rebelde. Nunca has pensado en mis sentimientos o en la preocupación de tu madre—comentaba mientras yo le seguía con la mirada—. Creo que ni me estás escuchando... —dijo deteniéndose.

Hacía calor. Fuera los campos estaban floreciendo. Había logrado que se plantaran viñedos y esperaba que en septiembre me dieran alguna sorpresa satisfactoria. Las estrellas iluminaban todo. Podía verlas y contarlas a la perfección. Tan lejos de París, del mundo ruidoso y rutilante, provocaba que sintiera cierta nostalgia de las abarrotadas ciudades, pero en realidad me encontraba en paz escuchando cada una de sus palabras. Era una sinfonía de sentimientos, una amalgama de colores porque el dolor puede verse, casi palparse, en la expresión de su verde y hechizante mirada. Ese discurso podía haberlo dado cualquiera. Desde Marius hasta David, incluso Benji o Armand. No importaba realmente quien de todos ellos lo hiciese, pues tenía razón. No solía pensar en los sentimientos de los demás al verme expuesto a mis fechorías, a mis estúpidos sueños y baratas fantasías, pero así era yo. Había aprendido a jugar con la muerte desde que era un muchacho, a cazar estrellas con una carcajada y desear ser el foco de atención de todos. Gozaba la salvaje sensación que provocaba en otros, la humillante derrota que podía traer en mis manos para aquellos que no dieron nada por mí y recordaba vivamente ese momento para siempre. Otras cosas pueden que se me olviden, pero no esas sensaciones tan deliciosas.

Sin embargo, cuando él pronunciaba esas palabras era como escuchar la verdad más cruda y terrible. Quizás era su expresión tan humana, esas mejillas sonrojadas por haber bebido algo de sangre y sus manos delicadas moviéndose ligeramente. Cuando me miraba lo hacía con un ruego, como si realmente creyese que yo pudiese ofrecerle un milagro. Sabía que si yo decidía algo, si hacía algo o comentaba cualquier cosa, lo hacía con todas las consecuencias y no me detenía, ni flaqueaba o reprochaba nada.

—Louis, ¿tú me amas?—pregunté.

—¡Por supuesto! ¡Qué tontería!—gritó.

—No te pregunto por un amor que surge de la admiración, como puede ser el de Gregory. Tampoco por un amor que brota de un sentimiento paternalista como el de Marius. Te pido, o más bien te ruego, que me digas qué clase de amor tienes hacia mí—hice que mis palabras detuviesen sus pasos, se quedase frente a mi escritorio francés y se apoyase como si le faltase aire.

—¿Tras tantos siglos te atreves a decirme eso?—dijo achicando los ojos—. ¡Bien! Creo que ya debo de irme.

—¡Louis!—grité impulsándome de detrás del escritorio, para tomarlo entre mis brazos y detener sus pasos acelerados hacia la puerta—. Louis...

—Suéltame—masculló intentando enfocarse en su rabia, pero no en los sentimientos que me tenía. Yo lo conocía bien. Amel podía decirme ahora todo lo que sentía. Cuchicheaba sobre el amor, la belleza y la singularidad de mi creado. No hacía falta. No necesitaba que estuviese contándome nada de eso. Era innecesario—. ¡Suéltame! ¡Estoy cansado de tus juicios!

—Y yo cansado de perderte—susurré girándolo, para besar sus mejillas acariciando su rostro. Observaba su belleza. Veía en él algo que otros no podían siquiera vislumbrar. Louis era una de mis mejores creaciones—. Yo te amo. Te amo.

—Si me amas, ¿por qué juzgas mis sentimientos? Te he dicho siempre que te amaba—dijo intentando apartarse de mí.

—Pues por el mismo hecho de siempre...

—Porque eres un imbécil—respondió frunciendo el ceño, para luego dejar escapar un ligero suspiro exasperado.


Noté que mi madre estaba en la puerta escuchándonos. No había entrado para no interrumpir. Ella guardaba silencio aguardando su turno de reproches y halagos. Todos querían verme. Querían decirme que me amaban y necesitaban. Eso ya lo habían hecho durante varias noches. Yo sólo quería abrazarlos a todos largamente, quedarme dormido durante unas horas y permitir que ese amor, el amor que ahora sentía por todos y hacia todos, se hundiera en mi alma y no se desvaneciera.


Lestat de Lioncourt 

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Lestat de Lioncourt