Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 3 de mayo de 2015

Esperanza

Recuerdo esa noche. Fue una noche terrible y a la vez maravillosa. Quinn logró que Mona no muriera y yo hice una de mis mejores criaturas. 

Lestat de Lioncourt


Había estado deambulando durante largas horas en aquel despacho. Aún había viejos volúmenes que pertenecieron a Julien Mayfair, mi antepasado y el de muchos Mayfair que aún continúan mezclando su linaje y extendiéndolo por diversos estados del país. Admito que siempre he sentido su presencia y no me incomoda. Jamás he rechazado su compañía. Es un espíritu que camina por las estancias recordándolas como en el fulgor de su época. Puedo aspirar el cacao recién hecho, palpar el denso humo de su pipa y, ocasionalmente, ver su silueta en la ventana observando el jardín donde yacen los Taltos.

Hacía mucho que no me dedicaba a indagar en los viejos y pesados ejemplares. Algunos ya acumulaban polvo. Los libros son pacientes y esperan, aunque sea durante años. En uno de ellos había una fotografía. Logré dilucidar que era Evelyn Mayfair, la bisabuela de Mona, ofreciendo su angelical sonrisa a la cámara. Todavía era una niña delgaducha y no la mujer curvilínea que llegó a ser, según me han contado en un millar de ocasiones. Tímida, o quizás despreocupada con el mundo, no hablaba demasiado y pasaba largas jornadas en profundo silencio.

Tras la imagen había una dedicatoria. Estaba algo borrosa. La tinta se había emborronado. Sin embargo, con un poco de esfuerzo y mis gafas de cerca pude leer la poesía que yacía oculta. Era uno de esos poemas extraños que ella solía murmurar. Era lo poco que hacía. Murmuraba poesías. Uno de sus poemas nos salvó a todos. Julien lo aprendió y lo recitó para que se grabara a fuego en mi alma.

Girasoles ciegos entorno al alma,
que atormentada busca la lluvia ácida,
en medio de la gris y polvorienta ciudad.
¿Dónde asesinaron a la esperanza?

Guarda tus espaldas cuando todo está en calma
porque pronto verás a la muerte en crisálida,
esperando salir para batir sin piedad
sus alas oscuras contra el hilo de tu vida.

Rojo carmesí en los labios de la mentira,
tan hermosos como los de la mujer que amabas.
Tan rojos como la manzana que ayer mordiste,
y que ahora se atora en tu garganta.

Vigila tus pasos por el mundo de la ira
porque tú eres el ángel con el cual conversaban,
con aquellas almas que sin duda sorprendiste
alzando la vista hacia los turbios cielos.

Mira tu cuerpo en el suelo, tú eras a quien esperaban.

22 de Abril 1920

La mansión se hallaba en calma. Pero las paredes empezaron a crujir y la música a sonar estrepitosamente. Era la pieza favorita de Julien. El aroma del tabaco y el cacao se mezcló alzándose como una columna de humo en el escritorio, él apareció sentado con su mejor bata y la pipa en los labios. No dijo nada. Tan sólo parecía mirarme con amargura. Esa fotografía narraba la muerte de Lasher, pero también la forma en la cual él siempre se despedía. Era una oda a la esperanza marchita durante tantos años.

—Mon fils—dijo con un tono de voz sosegado—. Pronto volverán los malos tiempos a la familia. Vigila a Mona.

—Está en el hospital—respondí—. Está siendo atendida por Rowan.

—No... —respondió antes de esfumarse.

Minutos más tarde sonó el teléfono. Mona se había escapado. No sabían su paradero. Sin embargo, algo me decía que tenía que ver con el poema. Ella se moría. Ella era quien estuvieron esperando. La pequeña pelirroja que una vez conocí, que se convirtió ante mí en una mujer atractiva y salvaje, languidecía en una camilla de hospital, pero había reunido fuerzas buscando quizás un poco de esperanza.

—Quinn...—murmuré saliendo de la habitación, bajando aceleradamente las escaleras y dirigiéndome hacia la cochera.

Ella estaba en Blackwood Farm. Lo demás es historia.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt