Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 28 de mayo de 2015

Viejas discusiones

Dicen que los que se pelean se desean, pero más bien estos dos jugaban al gato y al ratón. Merrick y David eran amantes y creo que ese amor jamás se rompió.

Lestat de Lioncourt


Aquella noche fue ajetreada. Estuve conversando telefónicamente con Jesse Reeves, una de las nuevas novicias que se habían postulado como un gran revulsivo generacional en la orden, debido a sus encuentros con el fantasma de Claudia, la niña inmortal creada por Lestat de Lioncourt en un alarde de necesidad, amor y capricho. Sin embargo, la noche no me aguardaba descanso alguno.

Me encontraba en mi despacho ensimismado con mis propios pensamientos. Escribía algunas anotaciones en mi ejemplar del libro “Entrevista con el vampiro”. Mi pluma se deslizaba agitada y mi letra era una amalgama de caracteres casi irreconocibles. Estaba cansado, furioso, nervioso y feliz. Era una mezcla imposible de controlar. Cansado porque ya tenía una edad y no podía desvelarme como hacía décadas. Mis casi setenta años me estaban haciendo mella. Furioso por mi vejez, por no poder acompañar a Jesse y colaborar activamente con la orden. Nervioso porque no tenía respuesta a mi última llamada. Feliz porque tendríamos un nuevo objeto que inspeccionar. Aquel diario, el que había encontrado mi pupila, era una mina de diamantes.

Entonces, cuando me debatía entre marcharme a descansar o proseguir, la puerta se abrió sin previo aviso. El perfume del whisky golpeó mi nariz. Frente a mí estaba Merrick. Se encontraba descalza, como casi siempre, con la mirada furibunda y una sonrisa cruel en los labios. A duras penas se sostenía.

—Te odio—dijo con la voz quebrada—. ¡Te odio maldito vejestorio!

—Merrick...—susurré alarmado.

Me incorporé rápidamente para cerrar la puerta, pero ella me arrojó los zapatos que llevaba en su mano derecha. Eran unos zapatos negros de tacón bajo, aunque muy femeninos a la par que cómodos. Sus ojos verdes brillaban como los de aquella pantera que me atacó. Su piel tostada, tan hermosa, era una delicia bajo la tenue luz de mi despacho. Ella gritó de nuevo sin pronunciar palabra, sólo un chillido de locura.

Cerré la puerta dejándola dentro. Ella me golpeó el pecho, me abofeteó y arañó una de mis manos al intentar detenerla. Como pude la abracé mientras se retorcía furibunda. Leí su mente. No era capaz de cerrar sus pensamientos y me aproveché. Los espíritus le habían hablado de Jesse, mi complicidad y admiración hacia la pelirroja, mientras que ella era alejada de mi vida sin motivo aparente.

—¡Cómo me haces esto! ¡Viejo cobarde!—gritó soltándose para mirarme furiosa.

—Merrick, no es lo que crees—respondí.

—¡Sé que cuando dices eso es justamente lo que parece!—dijo abofeteándome—. ¿Ya no te resulto atractiva? ¿Es porque me abrí a ti? Me abrí de corazón, no sólo abrí mis piernas. Dejé que me hicieras tuya y luego me dejaste tirada como si no valiera nada...—sus ojos se llenaron de lágrimas y mi corazón se quebró.


Antes que pudiese decir nada ella se marchó tal y como vino. Después de aquello no la vi más físicamente. Intenté tener contacto con ella mediante cartas y llamadas, pero nunca me respondió. No aceptó verme hasta años después de ser el vampiro que ahora soy.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt