Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 2 de junio de 2015

Amor corrupto

Julien tenía una forma de amar algo ¿cruda? No. Cruda no es. Más bien es caprichoso. Sin embargo, lo amaba. Este escrito se salvó de la quema que hizo su hija en el jardín. 

Lestat de Lioncourt


Me había servido un vaso de whisky y lo saboreaba mientras él lloraba frente a mí. Mis celos a veces eran insufribles. Reconozco que con el paso de los años había agriado mi carácter en ese sentido. No era capaz de aceptar que un joven como él quisiera estar con alguien que jugaba con el fin de sus días. Poco a poco sentía que mi fuerza se perdía y que mi legado podía convertirse en una maldición, del mismo modo que lo fue para mí. Pagaba mis miserias con él mientras intentaba calmarme con aquella copa, la cual dejé a un lado negándome a tomar aquello. Nunca me había gustado el alcohol, pero Lasher parecía disfrutarlo demasiado.

—Deja de llorar—dije sentándome tras la mesa de mi despacho.

—No me dejes...—murmuró entre sollozos.

—Se te está corriendo el maquillaje—contesté con dureza, pero terminé quebrándome como una rama seca.

Me incorporé retirando la silla, impulsándome y dirigiéndome hacia donde se encontraba él. Me arrodillé tomando sus manos, las cuales temblaban nerviosas intentando colocar bien su escueta falda, mientras que él ni siquiera se atrevía a mirarme.

—Te estás convirtiendo en un fruto demasiado suculento para otros—susurré intentando sonreír, pero sus lágrimas me provocaban una angustia insufrible—. No es tu culpa. No voy a dejarte—dije llevando mis manos a su rostro.

Él se movió de la silla arrojándose a mis brazos. Quedamos ambos en el suelo abrazados. No me importó que manchara de maquillaje mi traje de lino blanco, tampoco me importó quedar allí aferrado a él.

—Soy tuyo—dijo con la voz tomada—. Tuyo... —repitió mientras mis manos se movían rápidas colándose bajo su falda.

Para otro habría sido aberrante que yo decidiera ser su pareja únicamente si se vestía de mujer, más aún si rechazaba a coquetear y tener otros amantes. Él era el bálsamo de mis heridas y quizás lo único bueno que aún podía retener.

—Todo mío—susurré mirándolo a los ojos.

Atrapé su boca con lujuria y lo recosté en el suelo. Mis pantalones se bajaron mientras él abría sus piernas con cierto pudor. Jamás había visto a alguien tener tanto pudor a la hora del sexo. Pese a los meses que había pasado conmigo, así como con mis juegos sucios y perversos, no había cambiado demasiado. Su boca era muy apetecible, pese a que su carmín se había convertido en un borrón de color rojo pálido, y sus piernas eran acogedoras. Tenía los muslos tersos y llenos como los de una mujer. Esos mismos muslos me apretaban contra él mientras movía mis dedos en su interior. Sus gemidos eran similares a los de una chiquilla y sus gestos demasiado atractivos.

—Te amo Julien.

Sus palabras siempre habían reconfortado al demonio que era. Las mismas que yo me negaba a ofrecerle por miedo. Sin embargo, él sabía que yo lo amaba por encima de demasiadas cosas.

—Julien...—jadeó deteniendo mi mano derecha con su zurda, para luego tomar mi miembro con su diestra. Su espalda se arqueó ligeramente y sus labios temblaron por los jadeos.

Entré en él con rabia y deseo. Mis manos se colocaron sobre el escote de su vestido y sin pudor, o remilgos, lo destrocé para poder mordisquear sus pezones. Mis estocadas eran directas y bruscas, y él gemía complacido por sentirme tan desesperado por marcarlo como mío. Cada movimiento era rozar el paraíso, cada gemido era escuchar el canto de los ángeles y cada beso era saborear al fin la verdad más dulce.

Tras algunos minutos llegué a complacerlo. Él llegó instantes antes, quedando sofocado y exhausto bajo mi cuerpo que aún se movía, y cuando me derramé en su interior gimió nuevamente dejando que sus ojos se cerraran. Tenía un rostro hermoso pese a verse deslucido por el maquillaje que ya se había caído, emborronado y convertido en una caricatura horrible de lo que una vez llegó a ser.

—Sabes que te quiero—dije saliendo de él para subirme los pantalones—. Te amo y te soy fiel a mi modo.

—Sí—murmuró.

—No te quiero ver con otro. Mataré al que te toque.


Aquellas frases no le parecieron terribles, sino comprensibles. Era un hombre bien conocido por los hechos violentos que acontecían a mi alrededor. Sabía que no permitiría que nadie me arrebatase su amor. Ni siquiera me lo permitiría a mí mismo con mi falta de escrúpulos. Recuerdo aquellos días como terribles y oscuros. Sabía que él quería demostrarme su independencia buscando a otro. Richard podía leer en mis ojos que lo sabía y que aquello me convertía en un monstruo. Sin embargo, mis regalos, mi afecto, mis palabras tiernas y mi amor por él permanecieron. Rápidamente arrojé al olvido ese desliz.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt