El amor es difícil y Armand está empezando a comprenderlo.
Lestat de Lioncourt
Durante muchos años he podido ver
cambiar el mundo desde los distintos puntos de vista. Es como tener
un cubo de Rubik que continuamente mezcla sus colores y jamás puedes
llegar a tener todos sus lados iguales. La época más oscura de mi
vida es mucho más larga e intensa que la que hoy vivo, muy similar a
la tentación de los placeres a los cuales sucumbía en Venecia. He
sufrido demasiado y eso ha moldeado mi carácter. Siento una
necesidad insaciable de ser escuchado y amado, aunque hasta hace bien
poco no sabía como regresar ese sentimiento. Creo que nací con una
tara terrible y jamás he logrado superarla.
Muchas veces me he comparado con Peter
Pan. Tal vez en demasiadas ocasiones. A veces me comparo con otros
personajes ilustres de la literatura que quedaron perdidos en medio
de islas, náufragos de sus sentimientos, olvidados o convertidos en
monstruos frente a otros. Quizás sí soy un monstruo. No tengo apego
alguno a mis víctimas. Jamás he logrado llorar por ellas como ha
llegado a hacer Louis, tampoco me he enamorado de su maldad como
afirma Lestat y nunca siento respeto por los cuerpos que yacen a mis
pies como dicen hacer otros. Sólo siento asco. La muerte me provoca
náuseas porque me recuerda a los viejos túneles por los cuales
transitaba, oraba y lloraba.
Hace días que no entablo largas
conversaciones con los otros. Me mantengo al margen observándolo
todo. Para mí es una función divertida, muy animada, y llena de
matices como los cuadros de Marius. Sin embargo, soy incapaz de
hundirme en ese ambiente pese a mi perfecto camuflaje. No soy libre
para divertirme junto a otros. Creo que algo en mí me lo impide. Tal
vez es ese miedo brutal que siento cuando Antoine me abraza, aparta
los mechones de mi cara y me dice en tono confidente que me ama.
Tiemblo de miedo y nerviosismo. Antes hubiese dado cualquier cosa por
palabras semejantes, pero todo lo que he vivido me ha llevado a un
pánico inoportuno. Ahora sé lo que es amar y ser amado y por eso
mis miedos se han hecho fuertes como dragones e invencibles como
titanes.
Pero sé que venceré esos miedos,
igual que vencí otros en su momento, y lograré sentir realmente
algo que no sea miedo, pánico o asco. Lograré amar y admirar. Seré
de nuevo quien fui en Venecia, aunque eso es más un deseo que algo
factible.
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