Mona y Quinn siempre me parecerán una pareja encantadora. Por eso creé a Mona. Mona merecía una oportunidad y Quinn ser feliz.
Lestat de Lioncourt
Hay miles de motivos por los cuales
podría ser sumamente infeliz. Quizás no soy de ese tipo de mujeres.
No me importa haber tenido una infancia deleznable. Tampoco me
arrepiento de mis pecados y fallos, pues cada paso sobre las ascuas
de mi infierno me han hecho más fuerte. Soy lo que la vida ha
moldeado, cincelando cada parte de mi alma, sin importar nada. He
recorriendo un largo camino y me he dejado llevar por mis impulsos,
mi codicia y también la necesidad de ser amada.
Durante décadas desconocí lo que era
el amor, aunque sabía que mi familia me apreciaba de algún modo.
Sin embargo, era una niña a la que nadie echaba cuenta. Me había
convertido en un hermoso borrón de ojos verdes y cabello rojizo.
Crecí demasiado pronto y comprendí que siendo el mismísimo diablo
se gana más que siento el ángel que muchos veían. Coqueteaba y
jugaba bien mis cartas, escuchaba a los espíritus y sonreía
inocente ante la mirada libertina de cualquier hombre. Acepté la
pasión, lujuria y desenfreno pero jamás el amor barato de
compromisos vacíos. Vacíos como mi corazón hasta el momento en el
que yo lo conocí.
Admito que en un primer momento me
pareció ridículo y patoso, pero eso le daba un encanto excepcional.
Podía ver en sus modales caballerosos, aunque torpes, a un hombre
sincero que todavía tenía el encanto de la inocencia, o mejor
dicho, el perfume de la virginidad. Creía en el amor puro y
demencial de los libros que había devorado en su silenciosa
habitación. Su hermano rondaba a su lado, como una replica perfecta,
que arrugaba su nariz y torcía el gesto con cada mirada coqueta que
yo le lanzaba. Me convertí en un muro entre ambos, la división
visible, la herida más certera y la columna a la cual se aferró
para sobrevivir a los actos pueriles que le tenía preparada la vida.
En sus brazos volví a ser inocente.
Nací nuevamente como si fuese una nueva rosa, una amapola salvaje,
que lograba germinar en el lodo del pantano. Creo que empecé a
ambicionar algo más que poder y dinero. No quería ser escuchada,
sino amada. Cuando me reflejaba en sus ojos podía verme como era
realmente, sin tapujos ni dudas. En él encontré lo que realmente
deseaba y quería. Por eso lo busqué. Sabía que él me daría la
vida que se escapaba de mis manos y podría volver a sentir la
libertad perdida. Quería huir del mundo, pero a su lado.
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