Quinn es un chico extraño con una excelente educación, pero aislado en un pantano. Siempre intenté imaginarme su infancia, pero es imposible. Estaba enjaulado en sí mismo y cuando abrió las alas su hermano intentó quitárselas.
Lestat de Lioncourt
Si tuviese que hablar de mi infancia
diría que fue triste y miserable. Jamás tuve un verdadero amigo.
Siempre estuve aislado por mis capacidades psíquicas, las cuales se
veían como una enfermedad mental y provocaban que el resto se
apiadara de mí como si fuese un deficiente. Aquella tara era un don,
el cual me convertía en un privilegiado y yo no lo sabía.
Recuerdo esos ojos azules, tan
similares a los míos, clavándose en mi nuca y también en mi propia
mirada. Me observaba como quien observa un reflejo y guardaba un
secreto que jamás deseó desvelarme. Sé que él lo sabía. Su ira y
su rabia, además de la impotencia y el amor, demostraron que siempre
lo supo. Él no sabía explicarlo, pero comprendía que nuestro
vínculo era mayor que el de un amigo imaginario.
Fue Goblin. Mi Goblin. Así lo llamé
mucho antes de saber que Goblin es un duende travieso. Él lo era. Me
divertía cuando era muy joven. En sí fue mi maestro y me mostró
secretos inalcanzables para un niño de mi edad. Pero pronto él
quedó como una marioneta rota, una sombra perversa, y un borrón en
medio de mi habitación. Me convertí en su maestro. Intenté que
comprendiera mi mundo, pero era imposible. No quería marcharse, pero
tampoco era capaz de adaptarse a los cambios que se avecinaban.
Detestaba tenerme lejos y parecía desvanecerse porque su vinculación
era con mi hogar, nuestro hogar, pero eso no lo supe hasta mucho
después.
Debería odiarlo. Durante un tiempo
detesté a ese reflejo perverso que terminó convirtiéndose en mi
enemigo, pero es imposible. Cuidó de mí y fue mi guía. En
ocasiones se convirtió en mi única compañía. Creí haberme vuelto
loco, aunque en el fondo sabía que era tan real como la lluvia o las
caricias del viento. Algo en mí pedía un milagro y él era ese
milagro.
Fui su asesino. Maté a mi hermano y no
lo sabía. Yo destrocé su vida para salvar la mía. Fue una lucha
brutal entre dos seres que intentaban mantenerse a salvo en el
vientre materno. Me convertí en un monstruo mucho antes de estar en
mi cuna. Él murió para salvarme a mí, del mismo modo que dio su
tiempo a mi lado para proteger el único vínculo que deseaba
mantener. Cuidó mis pasos, pero también me llenó de temores y
lágrimas. La soledad fue terrible, aunque fue peor saber la verdad.
Garwain, mi temido Goblin, me odió
cuando le di la espalda para desarrollar una vida libre, feliz y
entusiasta. Se vio apartado y olvidado. Su vida se desvanecía y yo
prevalecía como siempre, alimentándome de la vida de otros. Me
convertí en un vampiro, pero él se transformó en un ser envidioso
de mi vida eterna. Me atacó, mató a mi querida tía abuela y me
mostró la verdad que todos guardaban.
No era el único que podía verlo. No
era el único que sabía de él. No era el único que escuchaba sus
lamentos. No era el único. Él era mi otra mitad, mi pasado, el
guardián y la bestia. Él era el secreto, la verdad y el dolor. Mi
única esperanza es que su alma descansa en paz y yo he descifrado el
enigma.
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