Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 10 de junio de 2015

Mi soledad

Armand y su soledad. Todos pasamos por momentos decadentes, pero lo suyo es un continuo.

Lestat de Lioncourt



Jamás he dejado atrás la sensación de perdida e inconsciencia. Me siento perdido como un niño pequeño, abandonado por la mano de Dios y, a la vez, contemplando la vida como un milagro que no comprendo y del cual me siento apartado. ¿Qué más da? No me siento vivo. Padezco la incomprensión insana de un mundo destruido. Estoy condenado a mis viejos sentimientos y la sensación de caer en un colchón cargado de rosas sin pétalos, pero sí llenas de espinas convertidas en zarzas ardiendo.

Soy eterna escultura con la belleza iconoclasta de una edad temprana. No poseo la belleza de una mujer, pero tampoco la de un hombre. Tengo la apariencia de un muchacho con la mirada de un alma enjaulada en el infierno; el cual se logra caminando por las ruinas de recuerdos y sueños destrozados. El mármol de mi corazón se quiebra y de sus grietas surge la luz tenue de las lágrimas no derramadas. Me he convertido en un monstruo entre los altos rascacielos de las nuevas metrópolis. Las luces nocturnas, tan brillantes como las antiquísimas estrellas, difuminan mi rostro convirtiéndome en un ángel con las alas recogidas. Mis manos acarician las baldosas de los barrios más desfavorecidos y mis pies, cansados y heridos por mis malas decisiones, trazan una ruta peregrina a las vacías iglesias.

Todavía rezo a Dios. Lo confieso. Él no está aquí caminando conmigo, pero recuerdo las plegarias que mil veces he entonado. También pienso en los retablos que pinté con esfuerzo. Quisiera regresar a la inocencia, pero hace tiempo renuncié a todo menos a mis pecados. Decidí llevar mi propia cruz para sobrevivir. He viajado por la senda del Diablo, abrazado a la muerte y danzado junto a ella frente a las ascuas del infierno. No soy un ángel. Soy un demonio. Y aún así, pese a todo, pongo las manos en señal de rezo y realizo plegarias para reconfortar mis errores.


Mi escaso aliento, las pequeñas fuerzas que aún me mantienen en pie, están basadas en mi fe. Una fe que él sostuvo sobre mis hombros, perfiló con sus dedos sobre mis húmedas mejillas y hundió en mi pecho con su último beso. No puedo vivir sin él. No sé vivir sin él. Sin embargo, mi corazón herido sigue rezando a Dios y mis manos palpan a ciegas un mundo terrible. Estoy perdido.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt