Daniel ha vuelto a realizar una reflexión sobre el amor y los vampiros. ¡No se lo pierdan!
Lestat de Lioncourt
Siempre hemos sido humanos. Jamás
hemos olvidado quienes éramos y los sueños que una vez, con duro
esfuerzo, conquistamos. Sin embargo, los nuevos escritores, por
llamarlos de algún modo, se empeñan en catalogar a sus vampiros en
los “más humanos”. ¿Acaso no es humano amar? Nosotros jamás
permitido que el amor se diluyera en mitad de la oscuridad. En las
sombras, donde nos arrinconábamos para recordar y apreciar la
belleza de nuestra existencia, anhelábamos el amor pese a la soledad
que ocasionalmente nos invadía.
El amor es algo imprescindible para
comprender la humanidad. Aunque es un sentimiento que puede
encontrarse en otras especies, no sólo en la humana. Sin embargo, el
odio, su contrario, es inyección de sentimientos estúpidos,
irracionales y bochornosos que todos hemos sentido y que las
especies, esas que llamamos inferiores, no poseen. Nuestras almas, al
igual que las almas humanas y los espíritus, tienen la posibilidad
de experimentar sentimientos confusos y terribles canalizándolos en
acciones cotidianas.
Si hablamos de amor y odio, rencor y
tragedia, tengo que hablar de mi vida. Cuando era joven pensaba que
sólo me apasionaría la verdad. Estaba enamorado del atractivo que
poseía el periodismo. Ser periodista en los setenta y ochenta era
peligroso, casi clandestino, porque no había vergüenza ni pudor
para demostrar la verdad. Dejábamos sobre la mesa lo más terrible
del ser humano, pero también alentábamos a los buenos sentimientos,
fuesen o no patrióticos o beneficiosos para el sistema. Me enamoré
de esa idea idílica de buscar la verdad y mostrarla al mundo. Sin
embargo, hay amores más fuertes en mi vida. He encontrado la
felicidad y la tristeza al amar. He comprendido que no sólo puedo
amar a mis ideales, principios o sueños. Llámalos como tú quieras.
No llegaba los treinta cuando me
enamoré de otra idea. La idea de no morir jamás. Esa idea de sufrir
y ser feliz a la vez. Ser parte de una historia que hacía mucho
tiempo que había comenzado. Quizás una historia que podía
investigar únicamente al ser un vampiro. Quise ser parte de esa
comunidad secreta, como los masones u otras logias, que vertían la
sangre de sus víctimas en su boca, gracias a sus puntiagudos
colmillos, y luego sufrían enormemente la pérdida de la vida como
si fueran flores marchitas sobre una tumba desconocida.
En esa época fui un estúpido. Alguien
me amó tal y como era. No le importaba demasiado demostrarlo, pero
fui terco. Me cegó el deseo de ser algo más que un periodista con
una buena historia de ficción entre sus manos, aunque todos pensaban
que estaba loco cuando decía que era cierto. Pero seamos sinceros,
¿quién creería que existen de verdad los vampiros? Sólo un loco.
Un escritor que no tiene más que un par de neuronas sanas.
Armand, el vampiro que me conoció
cuando investigaba los pasos y la historia de Louis y Lestat, me amó.
Él dice que no sabe amar, pero sí sabe sentir. Me transmitió su
deseo y su necesidad de ser comprendido. Sin embargo, ni siquiera aún
hoy es capaz de comprenderse a él mismo. Intenta buscar un ideal que
ha perdido y que nunca tuvo claro.
Admito que llegué a odiarlo. Desprecié
todo lo que hizo por mí. Incluso desprecié que me concediera lo que
tanto quería. Lo aborrecí. Me negué a conversar con él. Fui un
estúpido. Pero la estupidez es algo que está implícito en el ser
humano.
En estos días donde se proclama la
diversidad del amor, se apela a la comprensión y la humanidad, debía
hablar sobre el amor, la verdad y la humanidad de los vampiros. Los
vampiros amamos sin importar el sexo que se posea. La mayoría
podríamos ser calificados de bisexuales, aunque algunos sólo han
logrado amar a un único compañero. Conocí a Louis hablándome de
todo el odio que sentía hacia Lestat, pero en realidad me narraba
una historia de amor que se vio truncada y que él no lograba
aceptar. Tal vez yo he sido así con Armand. No lo sé. En estos
momentos me encuentro frente al ordenador, Marius está a mi lado
ojeando un libro sobre arte moderno mientras murmura que sólo son
pinceladas sin sentido, y pienso que he tenido suerte. Soy amado y
apreciado. No he sentido el desprecio y el horror como otros de los
nuestros, pero sí he ofrecido dolor a Armand. Un dolor que quizás
él no admita, pero que yo puedo palpar.
Aún así, este artículo no es una
reflexión de mis sentimientos. Es una aclaración. Los vampiros
amamos, y por eso hoy quiero felicitar a todas las formas posibles de
amor que existen. No se dejen llevar por religiones que claman amor,
pero que dirigentes hablan de odio y desprecio. Tomen la mano de
quien deseen realmente y sean felices. Feliz Día de la Libertad de
Amar sin importar nada. Porque así debería llamarse, ya que no sólo
es orgullo de ser quien eres sino de ser libre y capaz de aceptar que
amas.
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