Lestat de Lioncourt
—Hazme el favor de decirme porqué
estamos aquí, porqué te he acompañado y he aceptado que me
involucres en ésto—dijo con las manos metidas en los bolsillos de
sus tejanos.
Estaban caminando por un oscuro y
espeso bosque cerca de la frontera con Canadá. El murmullo de un
riachuelo cercano era constante. Sus pasos hacían crujir las hojas
secas, las pequeñas ramas y los huesos de algún animal pequeño e
insignificante que ya había sido devorado por los insectos. Molloy
caminaba a duras penas tras Talbot, que como si nada caminaba por
allí como si fuese un lujoso salón de baile. Las ropas de ambos
eran muy diferentes.
—Deberíamos estar en la
radio—recalcó su molestia con un gruñido.
—Benji necesita información de
primera mano y Lestat también. Nos han pedido que investiguemos
sobre otras criaturas, ¿no es lo que tú deseabas hacer? Querías
volver a éste mundo y lo haces a mi lado, con mi apoyo y con el
apoyo de Benjamín. No deberías ser tan terco, ¿acaso estás siendo
influenciado por Marius?—dijo girándose suavemente hacia el otro
vampiro. Tenían casi la misma edad en las sombras, tan sólo se
diferenciaban por un par de años. Molloy había conseguido ser
vampiro después de algún tiempo implorando, Talbot fue por sorpresa
y cayó en un círculo vicioso del cual jamás desearía salir—.
Daniel—susurró su nombre con aprecio—. ¿Recuerdas la cinta?
—No quise verla—aclaró.
Aquellas cintas que habían sido
grabadas por un viejo compañero de Daniel, esas mismas que habían
sido copiadas y distribuidas a Talamasca, su extraño círculo de
inmortales y dirigentes en las sombras, así como al resto de
vampiros con la idea de reconocer a los que salían, sus voces, sus
recuerdos y averiguar si aún había supervivientes que conocieran a
esos desdichados, que pudiesen consolarse con ese pequeño y
maravilloso recuerdo, había traído también algo más.
—Hay un ser extraño. Es descrito por
mi amigo y fotografiado en un par de ocasiones—susurró
deteniéndose—. Estamos aquí porque aquí dicen que han visto a
seres como él.
—¿Un espíritu?—dijo apoyándose
en uno de los grandes y gruesos abetos.
—No—dijo con suavidad y paciencia—.
Lobo.
—Lobo... ¿un lobo? ¿Te refieres a
ese tipo de lobos que por las mañanas son humanos y al llegar la
noche se convierten en bestias? ¡Estás loco! ¡Hemos venido sin
armas! ¡Con las manos desnudas!—gritó asustado mientras intentaba
volver tras sus propios pasos.
—Tienes la sangre de Armand—contestó
alcanzándolo. Lo había agarrado de los brazos y detenido así su
marcha. Pero cuando iba a hablar para calmarlo se calló, le tapó la
boca y escuchó los pasos de otro ser.
Unos ojos amarillos aparecieron en
mitad del bosque, entre los arbustos, y acabó alzándose hasta
llegar a los dos metros. Era un ser musculoso, peludo y con el hocico
ensangrentado. Los colmillos de aquella bestia, de ese horrible ser,
eran gigantescos y podían romper con facilidad los huesos de
cualquier animal e incluso los de un ser humano. No era un humano,
pero tampoco era un lobo. Podía caminar a dos patas, las cuales se
asemejaban ligeramente a las piernas humanas, y clavaba sus garras en
los árboles cercanos para apoyarse y avanzar.
David se aferró fuerte a Daniel y éste
a él. Parecían dos amantes en pleno París, pues se miraron con
complicidad. El antiguo hombre de Talamasca hizo un guiño, uno
pequeño aunque fácil de contestar, y Daniel lo respondió con una
ligera sonrisa nerviosa. Entonces, antes que ese ser pudiese clavar
las zarpas a alguno de ellos, se alzaron por los aires y comenzaron a
viajar de forma opuesta al sol.
—La próxima vez que quieras cazar a
un lobo o vigilarlo... ¡Llama a un experto! ¡Díselo a
Lestat!—gritó aferrándose con fuerza a su compañero.
—Es una lástima que lo encontráramos
en su versión de lobo... puede que él conozca al que aparece en las
fotografías. Tal vez el estrés provocó que se convirtiera en ese
engendro, pues no había luna llena. ¡Quién sabe!—gritó
eufórico—. ¡Ah! ¡Talamasca tiene tan poca información de ellos!
Aquella noche no hubo radio. Benjamín
se reunión con ellos y decidieron no informar al resto de la noticia
hasta que fuese confirmada. Algunos espectros y espíritus podrían
ir a la zona, investigar y responder con nueva información. La
noticia podía salir a la luz la semana siguiente, pero antes debía
ser corroborada.
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