Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 10 de julio de 2015

La tentación

Marius se sincera, aunque sólo sea en sus terribles pensamientos frente a su vieja obra: La tentación de Amadeo.

Lestat de Lioncourt

Al fin estoy de nuevo frente a ese cuadro, el cual parece haber sido pintado ésta misma noche. No se ha devaluado con el paso de los años, sino que ha tomado un valor simbólico terrible. Es una de mis últimas obras en Venecia. Puedo sentir aún el olor de la pintura, el murmullo del pincel rozando el lienzo y como lo tensé para poder al fin contemplarlo como una de mis mejores obras. Esas alas, tan espesas y negras, parecen abrirse y moverse suavemente mientras él mira hacia los cielos. Ese ángel, tan hermoso y sensual, no es otro que mi Amadeo.

Ya no queda nada de él, o tal vez sí. No quiero creer que él sigue intacto, con su corazón herido y casi destrozado por las esperanzas que depositó en mí. Suelo guardar silencio ante sus quejas, sus reproches, sus miradas llenas de rechazo y el dolor que puedo contemplar en sus lágrimas. Intento convencerme que él ha cambiado y que no es el niño que acogí entre mis brazos, llené de besos y lavé su cuerpo como si fuese ese Dios cristiano que aún adora a escondidas.

Mi creador está a mi lado, sujetando mis hombros y apretando ligeramente sus largos dedos sobre mis cansados huesos. Quiero gritar. Deseo gritar de rabia como aquella noche donde Santino, junto a sus cobardes aliados, destrozaron mi sueño y mi mundo. Rompieron todo lo que era, destruyeron mi hermoso templo de arte y regocijo personal, secuestraron mi corazón y lo convirtieron en un amasijo de harapos y creencias abominables.

Debería dar media vuelta, marcharme de éste lugar y olvidarme de los tesoros que estoy contemplando. Al fin puedo ver mi vida en imágenes. Hay tantas cosas que me pertenecieron... ¡Demasiadas cosas! Pero ese cuadro, ahí colgado, me recuerda todos los pecados que he comedio y que, de haber un infierno, estaría ardiendo durante toda la eternidad. Debería, pero no quiero. Permanezco inmóvil frente a la imagen colgada en los gruesos muros de la Orden de La Talamasca en su sede de Londres. Lo contemplo como si no lo hubiese creado yo, sino un demonio distinto. Quizás era distinto en aquella época... más inocente... más vivo... más sincero... más yo.

Sólo queda aceptar que mi conciencia hable y me diga: “Mírate, Marius, te has convertido en la sombra del hombre que a tantos asombró. Sólo eres un idiota. No quieres admitir que te equivocaste. Ni siquiera eres capaz de decir directamente que lo sientes. Vas a perderlo. Te estás perdiendo a ti. O más bien ya has perdido a ambos... Idiota. Mael tenía razón... eres un idiota.”



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt