Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 19 de agosto de 2015

Amistad inmortal

Los milenarios se entienden mejor con el paso de los siglos. Admito que no he tenido una conversación calmada con otros que no sean ellos, aunque las conversaciones con Marius siempre son demasiado extremas.

Lestat de Lioncourt


—¿Te lamentas?—murmuró con su voz gruesa, pero amable.

Su presencia siempre es bienvenida en aquella biblioteca. Disfruta de los libros del mismo modo que yo lo hago. Me siento comprendido cuando se une a una conversación y discutíamos sobre los autores más influyentes de éstos últimos siglos. Ha sido un buen amigo desde que nos conocimos en aquellas extrañas circunstancias. Él conoce al creador de Pandora, la mujer que me dio la oportunidad de vivir para siempre, y a su vez pudo contemplar a Akasha animada, casi humana, con las mejillas sonrojadas y un espíritu fuerte, tan temible como la última vez que despertó para terminar convertida en recuerdos y dolor, que algunos admiraban y otros despreciaban.

—No me lamento...—dije sin moverme del diván, el cual estaba cercano a una hermosa ventana que daba a una bulliciosa, y céntrica, calle. Allí podía ver a los jóvenes discutir sobre los temas más extraños y ridículos, mujeres caminar apresuradas buscando un taxi, hombres calentando sus manos en los bolsillos de sus chaquetas y vehículos de toda clase intentando salir de un pequeño embotellamiento. Era la vida. La misma vida que yo llevaba contemplando desde hacía siglos, que cambiaba aunque seguía siendo la misma.

—¿Una túnica?—preguntó riendo bajo al tomar asiento a mi lado.

Me sonrojé por sus palabras y la atención a mis ropas. Había decidido buscar unas prendas similares a las que usé una vez. Desde que me había encontrado con Pandora, mi creadora y amiga, me sentía nostálgico. Avicus, aquel gigante venido de Kemet, me comprendía. Podía ver en él la misma nostalgia, pero también una chispa que iluminaba sus oscuros y almendrados ojos. Se sentía dichoso, afortunado y esperanzado. No hacía falta que él me confesara nada al respecto.

—Sólo... sólo quería recordar los viejos tiempos.

Tomó asiento a mi lado, levantó ligeramente mi túnica y contempló mi pierna. Aquella pierna ligeramente diferente a la otra, pero ya no de mármol. La palpó con cariño, recorriendo suavemente desde el tobillo hacia la rodilla, mientras yo le miraba con las mejillas encendidas. Me sentía dichoso por aquel momento de complicidad. No habíamos hablado del virtuosismo de Fareed, ni de la sensación de volver a correr sin miedo.

Desconozco el motivo, pero mi corazón se aceleró rápidamente. Él se inclinó hacia delante, cubriéndome el cuerpo con el suyo, y me ofreció su sangre. Una sangre, caliente y espesa, que nos unía en un beso lento y amable.

—¿Ovidio?—preguntó sin mirar el libro.

—Ovidio...—susurré con los ojos ligeramente cerrados.

—Recita para mí, Flavius—dijo.


Recité para él, notando su mano sobre mi muslo y su corazón unido al mío. Un latir sutil y fuerte que se mezclaba con cada estrofa de cada poema.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt