Comprendo un poco a Benedict, pero Rhosh no es que me caiga muy bien...
Lestat de Lioncourt
Otra vez estoy llorando. De nuevo lo
hago frente a ti. Me inclino sobre tu torso y espero que me abrigues
con tus brazos. Estoy llorando otra vez por mis miserias, que no son
las tuyas y terminan siendo nuestras. Tu manera de amar a veces es
incomprensible para mí. Creo que me odias, pero después descubro
que sólo estás preocupado por mi bienestar. Esas preocupaciones,
ese tiempo de espera entre mis palabras y las tuyas, se convierten en
un duelo de miradas que no puedo soportar. A veces me pregunto si te
merezco y si debería marcharme, pero luego recuerdo que estamos
condenados a estar unidos para siempre.
Recuerdo la primera vez que nos vimos.
Había estado ayunando durante varios días. Quería limpiar mi
cuerpo y expiar mis pecados. Me arrancaba del alma cada trozo sucio y
miserable. Mi cuerpo joven, casi adolescente, sentía tantas
tentaciones incontrolables como para nada permisibles en el ámbito
sagrado. Mi familia era de buena posición, respetable y católica, y
decidieron darme la educación adecuada. Mi hermano mayor heredaría
las tierras de nuestro padre y yo el cielo. Al menos, así lo creía.
Realmente lo creía hasta que tú apareciste en mi ventana. Fueron
tan sólo unos segundos.
Eras un hombre delgado, encapuchado y
con los ojos más profundos que jamás había visto. En esos ojos vi
a Dios mismo observándome, mirándome con lupa, y provocando que mi
cuerpo temblara ante la tentación de hablarte. Mi oración quedó a
medias y mi rosario cayó al suelo. Esa fue la primera vez. No
hablamos, sólo nos miramos. Nos miramos como lo hacemos ahora y por
eso lloro.
Debí impedir que fueras. Debí impedir
que caminaras entre el odio y el desastre. Debí impedir que
mancharas tus manos de sangre, al igual que yo he manchado las mías.
Una sangre inocente y antigua, de una mujer bondadosa que guardaba
demasiados misterios. Dejé que cayeras en la influencia de aquel ser
caprichoso, aunque desconozco si es maligno o sólo un pobre
desgraciado como todos nosotros.
Por eso lloro, Rhosh. Lloro por ti, por
mí, por ese terrible momento y por las palabras que no nos sabemos
decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario