Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 4 de agosto de 2015

Odio y amor

Louis quiso dar su punto de vista a esa noche, otra vez, pero ésta vez centrándose en ella. 

Lestat de Lioncourt


—¿Me quieres?—preguntó mirándome con aquellos enormes ojos azules.

Parecía una niña como cualquier otra. Sus hermosos rizos dorados caían sobre su pequeño vestido de tafetán azul marino. Sus pequeñas manos acomodaban los pliegues arrugados de su falda e intentaba, con disimulo, ocultar las salpicaduras de sangre de sus dedos. Debía gritar, llorar y quejarme por todo lo que había hecho. Sin embargo, cuando el cuchillo cayó al suelo, produciendo un sonido metálico, me arrojé sobre ella para abrazarla.

La estreché contra mí. Lloré por él, por ella, por mí y por todos los demonios que nos acompañaban en aquella terrible noche. Las llamas de la chimenea devoraban con ansia los troncos y sentía que mi alma, como el alma del monstruo que nos creó, se consumía en un infierno terrible donde ella era la abeja reina. Alcé mis manos hacia sus mejillas llenas, palpé su pequeña boca y noté que lloraba. No sabía porqué lo hacía. Quizás lloraba porque no se sentía liberada de sus absurdas cadenas. Aquello que había hecho nos había condenado a ambos, del mismo modo que él nos condenó a todos.

No se vería liberada del dolor de ser una muñeca eterna. Jamás crecería. Nunca moriría. No sabría lo que reconocer en el espejo una arruga, una cana o una mancha producida por la edad. Jamás vería su pequeño cuerpo convertirse en uno bien formado, de generoso escote y encantadora cintura. Sería por siempre una pequeña flor silvestre, pequeña y delicada, en mitad de un jardín salvaje cargado de malicia. Ese jardín al que Lestat nos había adentrado y que siempre mencionaba cuando se sentía borracho de sangre, poder y malicia.

—Claro que te quiero, mi ángel—susurré besando sus mejillas, su frente y sus manos. Esas manos de asesina que siempre me habían acariciado y abrazado mientras dormía. Mi niña, mi pequeña, mi monstruo...


—Entonces, deshazte de él—respondió mirándolo inexpresiva—. Lo odio, Louis... Lo odio...  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt