Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 6 de agosto de 2015

Amor

Una conmovedora carta de Louis. Creo que era necesario. Yo la suscribo.

Lestat de Lioncourt


No pesabas nada. Eras un cadáver con vida. Te así entre mis brazos y me creí el ángel de la muerte. Acaricié tus sucios cabellos dorados, los aparté de tu febril frente y miré tus ojos apagados de cualquier esperanza. Parecías delirar. Habías estado llorando durante días. Pude oler en ti la muerte, esa muerte refrescante y penetrante, mientras tu cuello pedía a gritos que te mordiera. Debía acabar con tu sufrimiento y con la punzada atroz que sentía en mi corazón. Mi boca tembló. Mis manos temblaron. Mi cuerpo temblaba. Pero mi alma no. Mi alma parecía firme, decidida, hecha para esa atrocidad y caí.

Tu cabeza cayó sobre mi hombro derecho, o quizás fue el izquierdo, mientras tus brazos se desplomaban y tus dedos, esos pequeños dedos, cedían y olvidaban la gruesa tela de mi abrigo. Te mecía como quien mece a un bebé. Observaba tu miserable vida. Podía ver la tristeza en los ojos de tu madre, así como contemplar su cadáver. Quise gritar, pero la boca se llenaba de sangre. Era tu sangre, pequeña mía. Bebía de ti como si fuese de un manantial. Y entonces, cuando me sentía tan cercano a ti, él apareció como una bestia salvaje pillando de improvisto al cazador.

Odié su risa. Tan histriónico y salvaje, tan estúpido y elocuente. Le odié. Odié que descubriera que él tenía razón. Yo era un monstruo. Él era un monstruo. Los dos éramos los peores seres sobre la faz de la tierra y tú eras el ángel. Un pequeño ángel que agonizaba en una cama sucia.


Me convertí en lo que ya era y a ti te condené a ser amada por dos monstruos que jamás te olvidarán.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt