Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 2 de agosto de 2015

Siempre te he amado

—¿Alguna vez me has amado?—preguntó clavando su mirada en mí. Sentí que mi cuerpo temblaba de ira por la dichosa pregunta. Aquello no tenía sentido.

Estábamos discutiendo de nuevo, como en los viejos tiempos. Él volvía a creer que no le amaba. Era impensable. Había amado a Louis desde mucho antes de tenerlo entre mis brazos en aquel muelle. Su mirada torva, en busca de la mismísima muerte, me había hecho abrazarlo con una fuerza sobrehumana. Jamás me resistí al amor que sentía por él. Era un deseo insaciable, un capricho imposible de abandonar, y si lo creé fue porque sabía que moriría si no lo hacía de inmediato. Me presenté ante él como un diablo, que es lo que soy sin duda alguna, y le tenté con mi mejor sonrisa.

Me pertenece. Su vida me pertenece. Su amor me pertenece. No me importa cuan mezquino pueda escucharse mi discurso. Sé que su alma es libre, pero no sus sentimientos ni su destino. Está vinculado a mí, a mis pasos y las terribles consecuencias de estos. Del mismo modo que yo le pertenezco, pero él todavía no lo sabe. Parece ajeno a lo que estamos viviendo.

—Louis...—dije apretando los puños y los dientes. No quería discutir. Me negaba a empezar una discusión que habíamos zanjado hacía tanto tiempo. Estaba sintiéndome agotado y hundido por sus innecesarias preguntas.

—¡Contéstame!—exclamó.

—¡Siempre te he amado, Louis! ¡Jamás he dejado de hacerlo! ¡Pero te empeñas en creer que soy un desgraciado que te arranca todo lo bueno que has tenido! ¡Toda tu bondad! ¡Yo no cambié nada de ti! ¡Tú tienes tus virtudes y tus fallos! ¡No me culpes de tus decisiones, pues te di la oportunidad que no me concedieron! ¡No te das cuenta del daño que me haces cuando preguntas cosas así!—las lágrimas corrían libres por mi rostro, ensuciándolo y manchando el cuello de encaje de mi camisa.

Los pequeños pasos de Claudia sonaron por el vestidor, para luego aparecer en el salón aferrada a una muñeca nueva. Yo no se la había regalado. Ella la asía con delicadeza. Llevábamos años educándola, manteniéndola entre nosotros, y desde que ella había llegado las discusiones habían mermado convirtiéndose tan sólo en pequeñas riñas por su educación y por su atención. Ambos queríamos ser el favorito de la pequeña, que fuese nuestro orgullo y tomase ejemplo de nuestra forma de vida. Habían pasado casi seis años, pero parecía que tan sólo hacían unos días que ella nos había unió para siempre.

—Mira, Louis—dijo alzando su muñeca—. Tiene el pelo negro como tú, pero los ojos azules de Lestat—la movió con cierta delicadeza.


No dije nada. Tan sólo salí de la habitación dejándolos a solas. Me sentía abochornado por esas dudas. Era algo que no soportaba.

Lestat de Lioncourt  

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Lestat de Lioncourt