Armand necesita amor. Yo lo comprendí hace relativamente poco. Si bien, Marius debería saberlo mejor que yo.
Lestat de Lioncourt
Ahora te veo con otra luz distinta. No
eres el dios imponente que tanto admiraba. Te has convertido en un
hombre de carne y hueso. Has bajado de los altares de mis sueños,
ilusiones vanas y promesas rotas. Quebraste esas hermosas alas que
tanto admirabas, me doblegaste y moldeaste con tus ideales, tus
golpes y reproches. Me hiciste a imagen y semejanza como si fueses
Dios. Me quitaste la sensación de soledad, pero sólo me rodeabas de
invisibles barrotes. La protección que me ofrecías era falsa. Las
caricias que me diste se convirtieron en un veneno poderoso.
Llevo años esperándote, maestro.
Tantos siglos como vida. Mi vida entera ha sido para esperarte, pero
me he cansado de ser tu Penélope. He decidido acabar con el telar,
he caminado por las ruinas de mis aposentos y he visto la oscuridad
ponzoñosa de mi corazón. Soy un ángel terrible que entra en las
iglesias y permite que la luz incida sobre sus cabellos de fuego.
Todos admiran mi tez clara, mis ojos cargados de un dolor
irresistible y me codician como si fuese un hermoso regalo del cielo.
Pero provengo de los infiernos. Vengo de los mismos infiernos que tú
abriste para mí.
Debería dejar de amarte, pero no
funcionan así los sentimientos. Simplemente he permitido que mi
pecho se abra, mi corazón lata frente a ti y mi sonrisa se vuelva
pérfida. Te amo de una forma retorcida. No soy un bendito. Me has
convertido en un cobarde, como tú, y aún así no me compadezco
porque sé que no merezco siquiera llorar por mi propio destino. Ya
no sé lo que es el amor y desconozco si alguna vez lo supe. Sigo
siendo un niño perdido, pero ésta vez no hay luz ni hermosos
frescos de lozanos ángeles sonriendo a la Virgen María.
Ya no sé rezar. Ni siquiera sé si
alguna vez recé como debía. Tampoco sé soñar, pues mis hermosos
sueños se convierten en absurdas pesadillas donde me amas, susurras
que me tendrás siempre presente y luchas contra mí como San Jorge
contra el Dragón. Tú no eres Eros y yo no soy Psique, pues jamás
tuve los hermoso senos que tanto codiciabas en las fulanas de
Venecia. Sé que no pisaré tu palacio de mármol, no seré arropado
por tus fuertes brazos y jamás me besarás con el amor que tanto
decías tenerme.
Y pensar que todavía suspiro por ti,
creo en ti y lloro por ti. Haces mi vida miserable, pues sólo un
cobarde me negaría todo a sabiendas que sufro por él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario