Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 4 de septiembre de 2015

Mi condena

Recuerdo aquella noche. Él yacía por primera vez entre mis brazos. Por primera vez en años, en más de los que podía siquiera contar debido a mi terrible soledad, podía estar acompañado por otro cuerpo, mucho más cálido que el mío. El aroma que rezumaba su piel era exquisito y su sangre, junto a muchos de sus recuerdos, navegaban por mis venas consumiéndome en un éxtasis divino. Mis manos, ligeramente frías, acariciaban sus largos mechones ondulados de selva negra. Tenía un aspecto dócil, aunque no era para nada dulce. No había dulzura en él, pero sí una belleza simbólica e incluso erótica.

Había amado a ese imbécil desde la primera noche que lo encontré deambulando por los tugurios próximos al muelle. Acababa de descender del barco, mis bártulos aún estaban en el navío, y podía escuchar como las aguas golpeaban la madera. Los hombres se apuraban a bajar el ataúd de un supuesto tío mío, el cual había deseado ser enterrado en las nuevas tierras de éste continente. Desde ese día lo codicié. Era como una enfermedad que me impedía pensar por mí mismo.

En esas horas, las que viví con él en nuestra primera noche, me prometí cuidarlo como no había hecho con Nicolas. Su torva mirada era idéntica, aunque en una tonalidad distinta. Eran esmeraldas. Las esmeraldas que eran la esperanza de un nuevo futuro, un manjar sin saborear aún, que me daría la posibilidad de ser feliz. Pero esa felicidad se rompería en mil pedazos, si bien aquella noche hice planes. Pensé en todo. Si bien, él no pensó en nada. Él sólo cayó desplomado sobre mi pecho y yo lo amé. Amé profundamente cada trozo de aquel cuerpo que moría, de ese alma que se arrastraba por su propio infierno y que, por supuesto, poseía una belleza imposible.

Ahora lo veo frente a mí. Parece distinto, pero no deja de ser el mismo. Camina por la biblioteca observando cada tomo. No sabe ya cuál leer. Juraría que ha leído todo los libros existentes en éste mundo. Frunce el ceño, tuerce la boca, muerde su labio inferior, se lleva las manos a los costados y prosigue. Esa pose llena de sensualidad, carisma y filosofía barata, aunque seductora, me enloquece. Ha vuelto a mí, como siempre, y yo he abierto mis brazos deseando que no se vaya.


Él es mi condena. Louis es mi condena. 

Lestat de Lioncourt

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt