Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 7 de septiembre de 2015

Moon over the city

Antoine tiene algo que me recuerda a Nicolas, más allá de su pasión por la música. Quizás porque sabe lo que es vivir entre la miseria, como yo también lo hice. 

Lestat de Lioncourt

Nunca estamos envueltos en completo silencio, pues podemos escuchar nuestra propia respiración y el ligero murmullo de las almas que yacen en la metrópolis que nos rodea. El mundo ya carece de la belleza de antaño, pero posee su propio aroma. Es el aroma de la nicotina, el humo de los tubos de escape, el aceite sucio de los restaurantes de comida rápida, las colonias de imitación, el plástico y dinero. Del mismo modo tiene un sonido característico. Recuerdo perfectamente cada detalle de la época en la cual me tocó nacer. Olía a sudor, lágrimas, alcohol, pan recién hecho, orín y sexo. El barrio donde vivía era una pocilga donde pocos sobrevivían. El olor era nauseabundo. Había vivido en una ciudad llena de belleza, pero había bajado al infierno como si me hubiesen arrancado las alas. El sonido era insufrible por las noches, y el olor a orines insoportable cuando despuntaba el día. Ahora es distinto.

Bajo las hermosas apariencias de las ciudades existen ratas de alcantarilla como lo fui yo, personas que no tienen nada que llevarse a la boca salvo sus propias miserias. Antes se conocían con nombres y apellidos, pero ahora son sólo un borrón. Muchos de ellos hacen música con sus palabras desconsoladas buscando llamar la atención, intentando conseguir un par de monedas o un trozo de pan que llevarse a la boca. Hay quienes agudizan el ingenio, o poseen una cultura excelsa pese a su situación, y tocan hasta bien entrada la noche. Se convierten así en los músicos de los desarrapados, los ángeles en el infierno de ésta sociedad llena de mentiras y podrida por las apariencias.

Suelo caminar por los barrios más conflictivos. Algunos están demasiado aislados, pero ya no es por seguridad sino para evitar contemplar la realidad. Ciegan al ciudadano y convierten sus corazones en piedra. Suelo ir porque me gusta sacar mi adorado violín. Toco allí, compadeciéndome por ellos, para luego ofrecerles un par de billetes. Alguno, los más enfermos, tienen en mí su último abrazo. Bebo de ellos, les doy el final que merecen. Es mejor morir a manos de un vampiro que a manos del frío del invierno.


La luna se alza entre los altos edificios del centro, el aire fresco camina entre las hojas de los árboles de los parques cercanos, las aceras se convierten en mi palacio y mis zapatos hacen una música celestial sobre las baldosas grises. Bajo mi brazo derecho llevo el violín, mi arma más letal, y mis manos están en los bolsillos de mi chaqueta. Voy buscando sangre sucia, para nada inocente, o la de aquellos que están a punto de perder cualquier esperanza. Muchos se fijan en la bestia que camina como un chiquillo, pero nadie conoce cuan sediento puedo estar. Mis colmillos ya tiemblan, la sed se agudiza, el deseo es terrible y a la vez disfruto con los pequeños detalles que nadie observa. Camino todos los días desde las zonas más elegantes hasta los suburbios. Allí me esperan.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt