Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 22 de octubre de 2015

Él, yo y la eternidad

A veces uno sale a la calle sin esperanzas de encontrar algo que te emocione, llame tu atención y provoque que tu corazón lata como nunca. Llevaba años sintiéndome solo. La soledad es terrible y, en ocasiones, no se puede espantar con facilidad. Puedes sentirte solo en mitad de una reunión de amigos, vacío en mitad de una cama rodeado de mujeres que acarician tu pecho y te adulan, humillado ante los aplausos del gentío y olvidado pese a tener el reconocimiento de aquellos que dicen amarte. He descubierto muchos tipos de soledad a lo largo de los siglos. Una soledad aguda y que se convierte en daga que atraviesa mi corazón, enterrándose hasta el puño, mientras siento que pierdo el conocimiento y el aliento.

Por aquellas fechas, cuando había abandonado Europa y me adentraba por las tierras salvajes del nuevo mundo, descubrí una soledad aún más terrible y aciaga. Descubrí la soledad de ser extranjero en un mundo de rostros ligeramente conocidos, con un acento similar y unas ideas mucho más perversas que las mías. En sus almas podía leer la frialdad del dinero, la pasión por la carne y el desprecio por lo distinto. Siempre he tenido un deseo insaciable, por no decir terrible, de conocer nuevas experiencias e información.

Una noche recorría los barrios cercanos al puerto, donde los tugurios eran horribles y los marineros brindaban con las rameras más baratas. Allí, entre la multitud de almas en descomposición, encontré la mirada torva de un joven acaudalado que despreciaba el dinero, su suerte, la vida misma y su belleza. Reconocí a mi viejo amante Nicolas en él. Nicolas siempre despreció su talento, sus dotes, el dinero que una vez tuvo y todo lo que pudo haber sido. Nunca tuvo una motivación real. Aquel muchacho, con unos años más de los que Nicolas y yo disfrutamos como humanos, desprendía un aroma a ron barato, perfume de zorra bien adiestrada y sudor.

Él había estado allí toda la noche, como cada día al atardecer, jugándose la fortuna que le había concedido su difunto padre. Podía ver en él el rostro de su hermano mientras se precipitaba por la vidriera, así como esos ojos azules tan similares a los míos y su cabello rubio hondeando al viento antes del impacto. Un impacto que me ensordecía. Era una imagen que le retorcía y contagiaba con dolor, miseria y ruindad. Despreciaba todo lo que era y fue. Él amaba a su hermano más que así mismo, pensaba que era el ideal de hombre que nunca llegaría a ser y disfrutaba llorando frente a su tumba.

Vigilé sus pasos y a la puta que llevaba colgada del brazo. Cuando salieron no me despegué de ellos, fui su sombra, y cuando pude alcanzarlos vi como el chulo que nos acompañaba, pensando que era el único que espiaba a la pareja, se abalanzaba sobre él. Si bien, yo fui quien salió ganando con dos víctimas entre mis colmillos y él en mis brazos.

¡Oh! ¡Qué magnífica sensación de triunfo! La soledad se había evaporado por unos instantes. Sólo existía sus ojos verdes encolerizados y atemorizados. Sus labios carnosos parecían que iban a gritar, pero los callé al morder su cuello y dejarlo inconsciente. ¡Ah! ¡Qué hermoso! Era fabuloso poder sentir su peso junto al mío, como se retorcía dulcemente entre mis brazos y finalmente se abandonaba esperando la muerte. Una muerte que no vino, sino que finalmente, noches más tarde, sería eternidad.

Cuando estoy en su compañía, aún hoy, no me siento solo. Rememoro cada recuerdo, me apoyo en su hombro y tomo sus manos entre las mías. Me gusta jugar con esos largos dedos de marfil y pensar en las correrías que hemos hecho ambos. Conversamos, maldecimos, peleamos hasta lo indecible y después nos estrechamos mientras nos besamos desesperados. Somos las dos caras de una misma moneda. Él es mi antagonista y el único que ha logrado tocar tanto mi corazón. Él, Claudia y mi madre son sin duda mis creaciones más preciadas desde que tengo memoria, aunque ahora en éste círculo estrecho está Rose y Viktor. Rose es mi rosa de sangre, mi hija, y la niña que crié como si fuese mi sobrina dándole todo. Viktor es sangre de mi sangre, es un Lioncourt de pies a cabeza, y es sin duda mi orgullo. Sin embargo, no me siento solo ya gracias a Amel, aunque necesito urgentemente estar codo con codo con mi mártir, mi filósofo... mi Louis. ¡Y por supuesto saber dónde está mi madre! Ella siempre aparece y desaparece.


Doy gracias al destino por habernos unido a Louis y a mí. Nada hubiese sido lo mismo sin él. Ustedes no sabrían de mí, de nosotros, y éste telón jamás se habría alzado dejando nuestra historia en un cofre dorado cuya utilidad sería imposible de averiguar.


Lestat de Lioncourt   

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt