Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 23 de octubre de 2015

Diablos

Manipulación por parte de Memnoch... ¡Pero qué me cuentan! Para nada...

Lestat de Lioncourt


—¿Qué has hecho?—preguntó acusándome con su mirada.

Me encontraba descansando en mi trono, cubierto tan sólo con una suave y fresca túnica. El calor era insoportable en aquel lugar, pero se agradecía cuando lejos de nuestras paredes, más allá de ésta grieta oscura, el frío atenazaba y se adhería a los huesos. Él interrumpió abriendo una brecha en el silencio, haciendo sonar sus botas sobre el suelo de mármol y quedando allí, frente a mí, con el violín entre sus brazos delgados.

Juro que jamás he visto algo tan hermoso e imperfecto en mi, mal nombrado, reino. Comprendía perfectamente porque Lestat se había fijado en él. Sus cabellos castaños caían sobre su frente y sus hombros desnudos. Sólo llevaba un pantalón ajustado de cuero negro y esas botas, ligeramente puntiagudas, que tanto le gustaba por el sonido que transmitía a sus pisadas. Delirio era mirarle a los ojos, esos ojos castaños que vociferaban como si fueran dos volcanes a punto de entrar en erupción, o fijarse en su boca carnosa, símbolo y protectora del pecado de su lengua puntiaguda.

—Nada—dije acariciando, con mis dedos largos y frívolos, los regazos de mi trono de oro.

—Tramas algo... —contestó estrechando con desesperación su violín—. Muchos hablan de mentiras en tu reino. También de cientos que han decidido marcharse lejos, junto a los vivos, y allí perduran con un cuerpo de luz. Igual que los ángeles.

—¿Y tú te crees esas mentiras, Nicolas?—pregunté levantándome para ir hacia él.

Su alma se retorcía. Tenía un cuerpo creado con energía, como el mío, el cual poseía toda la belleza que en su momento Lestat contempló. Cada trozo de él era perfecto. Mi mejor criatura, mi monstruoso violinista del Diablo, que se paseaba por mis infiernos, mis hermosos dominios, como una furcia arrastrando lujuria y levantando el pecado de debajo de las alfombras. Agitaba a todos con la melodía de su violín, provocando que el deseo se encendiera y muchos se agitaran como jamás lo habían hecho.

—Sé mucho de teatro, por lo tanto puedo pensar que soy una marioneta—susurró, aunque fueron palabras firmes.

Con elegante cuidado caminé hacia él, lo tomé del rostro y acaricié sus pómulos marcados. Me incliné ligeramente sobre él, pasé mi lengua por la comisura derecha de sus labios y acabé, con un camino serpenteante, en la izquierda. Él tembló bajando los párpados y entreabrió su boca. Mis dedos se deslizaron hasta su pecho y apretaron sus pezones, mientras mi lengua se atrevía a controlar la suya.

Paré aquel beso cuando lo noté dócil, como un cachorro, para luego pegar mis labios a una de sus orejas y susurrarle suavemente versos prohibidos, llenos de significado para él y para mí, en una lengua que pocos reconocían ya, y que él había aprendido gracias a mí.

“Tú, lujuria y deseo, repararás conmigo como serpiente en el Edén y darás de comer la manzana a todo aquel que la codicie. Abrirás tus piernas para mí, caerás en las ascuas del infierno y no te quemarás. Porque tú, querido mío, eres un demonio intoxicado con mi amor y pecado.”


Después, como si hubiese apagado la llama de una revolución, me giré triunfante y me recosté en mi trono. Acto seguido él se tumbó a mis pies completamente dominado, como si fuese mi perro guardián esperando una orden directa y cruel para atacar.  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt