Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 24 de octubre de 2015

Madre y Padre

Marius ha hecho acopio de todas sus fuerzas para recordar algunos sentimientos que creía olvidados. Ahora, tras lo ocurrido con Amel, parecen haber surgido como un terrible grito en mitad del silencio. 

Lestat de Lioncourt 


Podía contemplarla durante horas y no perder la concentración. Admiraba aquella figura erguida, como una diosa, en aquel trono hecho a medida para su delicado cuerpo. Sus turgentes senos, sus labios carnosos, sus ojos fríos y profundos, aguardaban ser besados y acariciados. Parecía de mármol, pero no era más que una criatura que no deseaba despertar de un sueño al que se había entregado muchos años antes de conocernos.

Sus largos cabellos negros caían sobre sus hombros, los mismos que yo cepillaba cada anochecer. Lavaba su cuerpo con agua perfumada, vestía su desnudez con cuidado y engalanaba su figura con joyas muy valiosas. Tenía la piel bronceada por el sol del desierto, al cual fue expuesta, y le ofrecía un color ligeramente natural. Maquillaba sus ojos, embellecía sus pómulos con un poco de rubor y colocaba apliques en su cabello para mantenerlo despejado de su rostro.

La amaba. Simplemente la amaba. Era un sentimiento incondicional que me ardía en el pecho. La sangre golpeaba fuertemente en mis venas, recorriendo cada parte de mi ser, para estallar en mis sienes. Llegaba inclusive a dolerme el cuerpo cuando la contemplaba con tanta concentración, olvidándome incluso de saciar mi sed, pues ella era hermosa sin lugar a dudas.

También estaba él. Al lado de Madre estaba Padre. Él lucía ropas más simples a la hora de vestir, pero igualmente dedicaba algunas horas al cuidado de sus cabellos, limpieza y joyas. Los brazaletes que cubrían sus muñecas, así como brazos, eran hermosos y poseían los símbolos del Antiguo Imperio de Egipto.

Me arrodillaba frente a ellos y oraba por mí, por los demás vampiros de éste aciago mundo y porque ellos me escucharan para que tomaran conciencia. Los necesitábamos. Creía que si ellos se alzaban, los vampiros de la Secta de la Serpiente cambiarían de parecer y no tendría que seguir levantando mi espada en contra de mis iguales. No era un hombre de lucha, sino un literato y un amante de la historia. Deseaba dejar de luchar en vano con aquellos que creían tener el poder en las sombras, pero sólo eran niños creyendo fábulas de dioses falsos y mezquinos.

Viajé a cientos de lugares y en todos ellos, donde me instalaba, buscaba un lugar seguro para mis amados Padres. En ocasiones no podía trasladarlos, por lo tanto tenía que estar viajando para rendir culto y dedicación. Sin duda alguna la época moderna fue la más cómoda para ellos y para mí. Pude llevarlos a un lugar seguro, donde nadie nos molestaría, y de una forma cómoda e inocua para los tres. Allí, bajo aquel palacio helado, los mantuve conectados al mundo exterior.

Fui un ingenuo. Un tonto. Reconozco que fui demasiado estúpido para no darme cuenta. Madre no era como yo imaginaba. Ella era una mujer ambiciosa, la cual poseía unas ideas descabelladas y absurdas. Era terrible y temible. Padre sólo era un objeto decorativo que decidió eliminar, convirtiéndolo en un envase delicado que se rompía con sólo mirarlo. No tuve tiempo para llorar mi ingenuidad, mi corazón roto y mi torpeza. La música de Lestat se alzaba por todo el recinto proclamando la verdad, dilapidando el secretismo y el silencio que yo le había impuesto, provocando que ella se alzara contra mí llamándome estúpido, hiriéndome y logrando que todo lo que había hecho, absolutamente todo, se convirtiera en escombros bajo las congeladas aguas.

“La Bella Durmiente debe alzarse y caminar sobre pétalos de sangre.
Quiero que venga junto a mí, me sonría perversa y susurre otra vez su nombre.
¡Ella me dijo que se llamaba Akasha! ¡Me pidió que la recordara!
Yo abrí mis brazos hacia el techo pintados con lirios y acepté que me amara.
He venido aquí, junto a vosotros, para pedir que abra sus ojos.
He venido aquí, para explicaros, que no hay verdad más pura que su poder.
¡MADRE LEVÁNTATE! ¡PADRE ACOMPÁÑALA!

¡GUARDIÁN, NO LA APARTES DE MÍ! ¡DÉJANOS CONTEMPLARLA!”  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt