Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 25 de octubre de 2015

Talamasca - Oak Heaven - New Orleans - Noche 1

David Talbot ha decidido ir al origen de su vinculación con los Mayfair, así como con el núcleo central de mi historia junto a Louis (la vida, muerte y fantasma de Claudia) No lo ha hecho solo.

Lestat de Lioncourt


Estaba allí de pie, apoyado en la barandilla observando la calle aparentemente vacía. Los árboles se movían suavemente gracias a la brisa suave. Octubre había llegado hacía semanas, como una bocanada de aire fresco, y nos habíamos desplazado hasta Nueva Orleans. De nuevo allí en esa ciudad maldita. Había sido bautizada mil veces con la sangre de cientos de víctimas, envenenada con el aroma pestilente de la muerte y de sus aguas pantanosas. Podía escuchar el murmullo de miles de almas, pero desconocía si todas poseían cuerpo. Aún era demasiado joven para diferenciar éstas cosas y, para mí, eran una pesadilla tras otra. Me mantenía cuerdo gracias a los constantes cuidados de Marius y a sus consejos. Pero él, David Talbot, se encontraba como cualquier otra noche. No parecía alterado, ni avergonzado por nuestro acto salvaje de hacía unas noches. Parecía el hombre impecable en modales, diestro y ágil mental de siempre.

¿Cuántos recuerdos acumulaban aquellas calles para él? Quizás no tantos como para Louis o Lestat, pero él había estado allí vivo. Armand había sido el líder de aquel territorio algunas décadas, pero se cansó como se cansa de todo. La novedad le hace entrar en un delirio asombroso, pero pronto se cansa y busca algo nuevo con que entretenerse. Jamás dejará de ser un niño caprichoso, aún más que Lestat o el propio Benjamín, por mal que le pese. Sin embargo, David era distinto. Aquel hombre culto, llegado de tierras británicas que había cruzado lugares salvajes e inhóspitos, se encontraba en medio de una vorágine de perfumes y esencias que él podía describir sin siquiera olfatearlas.

El jazmín y el dondiego de las vallas cercanas caían sin recato, las palmeras se movían sigilosas y el olor a tierra mojada penetraba nuestros pulmones hasta conquistarlos. No muy lejos había rosales, podía olisquear su frangancia, pero lo importante era lo que él observaba. Siempre había escuchado un rumor sobre él y era su aprensión a los gatos, aunque no lo era así cuando era un niño. Cambió su actitud después de un feroz ataque de una pantera en mitad de esas tierras perdidas de la mano de Dios, llenas de animales exóticos y plantas demasiado llamativas como imposibles. Pero era un gato negro, un gato oscuro como la noche, de gran tamaño quien le había dado la simbología del terror y la aprensión extrema. Ese tipo de gatos ahora parecía traer nostalgia a su vida. Observaba una pequeña colonia alrededor de una valla blanca, como las de las viejas películas y libros de Mark Twain entre otros. Estaba seguro que pensaba en Merrick Mayfair, que pese de los años y heridas dadas uno contra otro, a quien jamás olvidaría.

Hacía unas horas que habíamos ido al epicentro de todo, donde conoció a la mujer de su vida y sede de Talamasca en la ciudad, conocido como Oak Heaven. Los Oak son una especie de robles que se dan en esas tierras. Árboles gruesos, de copas voluminosas y verdes. La vivienda parecía abandonada, pero no lo estaba. Al acercarnos pudimos sentir la presencia de dos hombres notables, con poderes telepáticos asombrosos que nos impidieron leer sus mentes. David Talbot, el viejo director de la Orden de la Talamasca, se había negado a presentarse como un vampiro más. Llamó a la puerta acomodando su corbata y gemelos, sonrió amablemente mostrando sus colmillos y levantando cuidadosamente las manos.

»—Tranquilos—dijo—. Soy David Talbot, ya sabéis bien mi destino y quién fui en la orden. Tan sólo necesito que me ofrezcáis cierta información. Por favor, colaboren con La Tribu como La Tribu está colaborando estrechamente con todos y cada uno de ustedes.«

Milagrosamente el discurso se tomó como una muestra de amistad. La puerta cedió y dentro pude contemplar a dos hombres rubios, de ojos claros y piel ligeramente tostada. Parecían haber venido de unas largas vacaciones en la costa, pues poseían un look californiano insoportable. Sin embargo, por sus rasgos, supe que eran británicos, después su acento exquisito y su tono de voz pausado me lo corroboraron.

»—Pasa. Es un honor poder conversar con un vampiro como tú. Podemos decir que aún somos hermanos, ¿no es así? Sigues investigando y eso no te hace tan distinto a nosotros—explicó el más joven, que no debía tener más de treinta años.«

Estuvieron explicándonos durante más de dos horas lo que había ocurrido a lo largo de los meses desde la publicación del dichoso libro “Príncipe Lestat”. Estaban allí porque los estudiosos que habían vivido en la sede, después de Aaron y David, habían decidido volver a Londres. Ellos venían de México, donde existe otra pequeña cúpula de la Talamasca. Comprendí entonces porqué tenían ese bronceado, ya que el sol allí se deja ver mucho más que en las tierras británicas y la primavera se convierte en verano así como el otoño en un invierno agradable, salvo por los huracanes y fuertes lluvias.

David pidió con amabilidad algunos enseres de Merrick. Aún estaban allí algunos daguerrotipo que ella había usado en su juventud. Estaban en una pequeña caja de zapatos. También había viejas cartas a su hermana que jamás fueron enviadas, un diario personal y un rosario de amatistas negras unidas por unos finos, aunque refinados, ensamblajes de plata algo oscurecida por la humedad y el desuso.

¿Por qué habíamos ido allí? Lo desconocía. ¿Por qué me había pedido que fuese con él? También lo desconocía, aunque intuía que Jesse Reeves estaba demasiado concentrada en relanzar la biblioteca de su antepasada, Maharet, para que todos los vampiros jóvenes, y no tan jóvenes, pudiésemos ir a indagar sobre la fuente, la historia acumulada y la sabiduría que no había podido ser destruida porque se hallaba parcialmente en contenido online. Podía hacer mis cábalas sobre el viaje, pero decidí no hacerlo. Permanecí en silencio asintiendo y confirmando algunos datos que él lanzaba, como por ejemplo la aparición de nuevos fantasmas miembros de la Orden, vampiros y brujos que habían sido incinerados por la caza de brujas de siglos atrás. Habló sobre los Mayfair, pero sólo algunos datos breves que ya conocía como por ejemplo sobre el fantasma más poderoso entre los brujos de la familia, el admirado y adorado, Julien Mayfair.

Después, tras varias horas allí, nos pusimos en marcha hasta el hotel. Habíamos viajado en un mercedes descapotable, elegante aunque algo machacado, de alquiler. El hotel era uno de tantos, cómodo pero desconocido para el gran público. Y allí decidió abrir la caja e inspeccionar con mayor cuidado los enseres de quien fue la mujer, o mejor dicho la persona, que más ha amado. Amaba a Jesse, como también quería a otros vampiros, pero no era comparable con el respeto, aprensión y amor que aún derramaba hacia la mestiza de ojos verdes, cual esmeraldas, que había maldito su destino al abrazar la muerte a temprana edad vampírica.


Ahora lo observo y sé que, aunque he padecido grandes calamidades, soy un afortunado. Mi vida no ha sido tan terrible. No he tenido que decir adiós a grandes amores y no han caído sobre mí infinitas desgracias. Me siento terriblemente miserable, pero a la vez afortunado al estar en presencia de éste vampiro, de mi amigo, David Talbot.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt