Lestat de Lioncourt
Todo estaba preparado para la conexión
de la noche, pero algo ocurrió. Fuera una terrible tormenta se
apoderó de la ciudad. Los cortes de energía eran bastante
persistentes y los generadores sólo podían iluminar parte del
edificio. En la sala inferior, cerca del jardín, se hallaba Benjamín
maldiciendo al tiempo. La segunda planta estaba acordonada de
inmortales. No sólo estaban los vampiros habituales, sino que se
encontraban algunos fantasmas y vampiros poco usuales. Gremt había
aceptado estar allí, con algunos fantasmas de vampiros para dar su
testimonio, sin embargo la noche estaba siendo desapacible.
—Benjamín, debes venir—dijo
Antoine abriendo de improvisto la puerta—. Al parecer Armand ha
logrado que los generadores funcionen, pero sólo para poder emitir
un pequeño comunicado—explicó alejándose del marco de la puerta,
echando a correr suavemente hacia la escalera de caracol de escalones
de mármol forrados en una tupida alfombra roja, para luego esperarle
al principio de ésta y observarle con inquietud.
El joven vampiro se colocó bien su
sombrero, acomodó su americana negra y desabrochó el primer botón
de su camisa de lino gris. Sus mocasines resplandecían bajo el
dobladillo de su elegante pantalón negro.
Allí arriba se encontraba la élite de
la Talamasca. Una élite secreta, la cúpula de Ancianos, rodeado de
sus alumnos más aventajados. Ellos no iban a conversar aquella vez,
Magnus no había decidido acudir para dar testimonio sino para
ofrecer apoyo. Raymond Gallant también estaba allí, junto a otros
hombres de Talamasca que habían sido reclutados tras su muerte.
Muchos de ellos estaban encapuchados, habían decidido ocultar su
identidad. Si bien, David Talbot lloraba.
El bueno de David, aquel hombre que
siempre había estado a las órdenes de sus superiores hasta ser un
buen director de la orden, se había echado a llorar como un niño.
Desde que había sido convertido en vampiro no había vuelto a ver a
su amigo. Fue poco después de cambiar de cuerpo, consiguiendo uno
más joven, que no conversaba de tú a tú con Aaron. Él estaba
allí, con un traje color chocolate con una corbata en tono vainilla
y una camisa blanca. No llevaba chaleco, algo no muy habitual en él,
pero sí tenía esos ojos profundos y su rostro ligeramente
rejuvenecido.
—Deseo permiso para emitir un
comunicado urgente—explicó Gremt.
—Adelante—dijo encendiendo los
micrófonos mientras la suave melodía de Sybelle llegaba a todo el
mundo, suavemente como una nana.
Ella estaba alrededor de su elegante
piano de cola negro, con un vestido de lentejuelas blanco que le daba
el aspecto de una sirena cubierta de delicadas escamas, mientras que
Antoine tomaba su posición con el violín. Intentaban relajar a los
oyentes, así como a los participantes de aquella extraña emisión.
—Bienvenidos, seres de todas las
categorías morales y físicas, soy Gremt. Lamento no dar mi
entrevista como debería, usurpando el puesto de Benjamín Mahmoud y
su compañero David Talbot. Deseo dar las gracias a Armand por
acogernos en su refugio, ofrecernos un generador en ésta noche de
perros y ser tan amable con todos nosotros. También quiero agradecer
a Daniel Molloy, el cual está tomando nota de todo lo que está
ocurriendo—hizo un inciso breve y miró a todos los presentes, como
buscando apoyo para lo que iba a decir—. Amel y yo no éramos los
únicos espíritus que escapamos de una grieta, llegando a éste
mundo desde otro más oscuro y temible. Como bien sabéis Lestat
empezó a sospechar que Memnoch proviene del mismo lugar que
nosotros—dijo acomodando las ropas reales que llevaba. Parecía tan
real como cualquier ser humano. Nadie podía jurar que era pura
energía—. También hemos conocido los casos de Taltos que
dominaban a generaciones enteras para recuperar su cuerpo o fantasmas
temibles que mataban a otros por placer—cerró los ojos y suspiró—.
Ésta tormenta no es común. Algo está ocurriendo entre nuestros
mundos. Lestat se reunirá con nosotros en unos días y podremos
llevar a cabo un planteamiento más adecuado. Sólo les pedimos
paciencia para esclarecer los hechos y cómo podrían
afectarnos—dicho aquello se incorporó, provocando que el resto
también lo hiciera, para marcharse de allí tras estrechar algunas
manos y ofrecer algunos gestos de apoyo llenos de cariño.
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