Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 5 de octubre de 2015

Memnoch vs Malaquías

Me ha llegado ésto por parte de TALAMASCA. ¿Será cierto?

Lestat de Lioncourt


—Deberías dejar de contemplar el mundo con avaricia—aquella voz me abordó como si fuese un ladrón, robándome la calma.

Estaba allí, en aquella gigantesca torre de cristal, hormigón y cemento. Observaba la puesta de sol en todo su esplendor con un café caliente entre mis manos. Me hallaba apoyado en la barandilla. Se suponía que nadie debía subir allí, ni siquiera los altos ejecutivos de las numerosas empresas que allí se arremolinaban como una gigantesca Torre de Babel. Había subido para estar solo, pero él decidió aparecerse con aquel rostro pintado una bondad que siempre he sentido como falsa. Dios lo ama, pero a mí me desprecia. Él hace lo que él desea, pero yo decidí iniciar una rebelión que me ha costado su amor y compañía.

—Avaricia...—chasqueé la lengua y me giré.

Vestía impecable. Llevaba un traje color crema, una corbata azul cielo a juego con sus ojos y poseía unos cabellos rubios algo alborotados. La imagen perfecta de la pulcritud y la bondad. Aparentaba ser un hombre de mediana edad. Podía ser la imagen idílica de un buen hombre, padre de familia y buen esposo. Uno de tantos santurrones que mueren y todos lloran en su funeral.

—No te burles de mí—replicó.

Por el contrario yo parecía un ejecutivo sombrío, de esos que van con su maletín a cuestas en una mano y en otra el café bien cargado. Americana oscura, a juego con los pantalones y una camisa blanca. Era el perfecto ejecutivo sin sentimientos, pero eso era únicamente una apariencia.

—¿Burlarme de ti, Malaquías?—pregunté con sorna.

—Te burlas como un niño que disfruta de arrancarle las alas a una mosca—se puso a mi lado, apoyado en la barandilla, mientras contemplábamos el atardecer.

—Tú eres quien me crucifica con actos y sentimientos que no poseo. No hay ni una sola pluma mía que pueda pecar de avaricia—dije tras dar un largo trago al café, el cual parecía reconfortarme más que un abrazo. Hacía décadas que no sentía amor por parte de mis hermanos, sólo había reproches.

—Tienes el afán de poseer almas puras para tus propios intereses—dijo tajante.

—¿Y cuáles son mis intereses, hermano?—pregunté girando mi rostro hacia él.

—Demostrar a Dios que posees la razón—lo dijo convencido, pues sabía bien que era mi objetivo primordial. Si bien, había otros. Quería salvarlos a todos.

—¿Y no la poseo? ¿Tengo que recordarte que tú salvas almas de criminales?—dije recordando a ese perfecto asesino por encargo, un muchacho escuálido que tocaba la lira y sufría por sus propias malas decisiones.

—A petición de Dios, porque pueden servir a la misión divina de ayudar al mundo—aquellas palabras eran las mismas, como las de cualquier otro ángel.

—Que interesado—solté aquella burla entre pequeñas carcajadas. Disfrutaba regodeándome de su estupidez.

—¿Acaso tú no lo haces por tus propios intereses?—masculló.

—Sí, lo admito—dije sin titubeos—. Mis intereses son salvar a todos los humanos.

—Muchos no se lo merecen—me recriminó.

—¡Qué sabrás tú!—terminé exaltado. Aquellas palabras me hirieron.

—Lo suficiente—indicó apartándose de la barandilla, para marcharse de allí tras alterarme.

—Vete con tu asesino, con tu querido Toby, y disfruta de viajar por el tiempo y el espacio. Reescribe la historia, provoca un caos en el mundo actual y haz que tu Dios sea feliz. Por el momento yo prefiero ser un concepto, aunque sea carnavalesco, mientras sigo eligiendo las almas necesarias para demostrar que yo tengo razón.

Mis palabras eran veneno, odio, y reproches. Él lo sabía. Ya no era tan puro ni decente. Me había convertido en el enemigo de Dios y él seguía siendo su santurrón favorito.

—Ya no te basas en el amor, sino en llevar la razón. Es una revancha—dijo dándome la espalda, mientras mostraba sus alas blancas al mundo. Odiaba verlas, las despreciaba. A mí, en la Tierra, no me permitían disfrutar de ellas.

—Tal vez, pero eso no desmerece mi amor por los humanos.

—Hermano...—dijo girándose para seguir hablando, pero no se lo permití.

—Esa palabra queda sucia en tu divina y celestial boca, Malaquías—reproché.

—Memnoch, deberías ser consciente que no soy tu enemigo.

—Eso deberías tatuártelo tú, en tu corazón, porque lo dices sin sentimiento alguno. Ni siquiera tú te crees la bondad que predicas—tras mis palabras, hirientes aunque no sentidas, desapareció.


Tiré mi café y me marché. Odiaba que tuviese algo de razón.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt