Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 18 de diciembre de 2015

Confidencias

Estos momentos salen a la luz poco a poco. Daniel, aún humano, y Armand.

Lestat de Lioncourt


—Imposible, otra vez—murmuró leyendo el periódico con gesto hastiado.

Daniel siempre estaba indagando sobre sus viejos compañeros de estudios. Solía decir que era el espejo perfecto en el cual reflejarse. Eran personas de su generación, gente que había cumplido las mismas metas y poseía los mismos sueños cuando se graduó en periodismo. Sin embargo, a unos le habían sonreído mucho más la vida que a otros. Y él, por supuesto, era ese otro. Se había convertido en un fracasado frente a sus compañeros, los cuales se burlaban continuamente de la impresionante historia que había logrado sacar a la luz.

El humo del cigarrillo contaminaba parte de la habitación, perfumándola con olor a nicotina, mientras que los cubitos de hielo naufragaban en aquel whisky. La tenue luz del escritorio iluminaba parcialmente su rostro, muy desmejorado, con el cabello revuelto y el flequillo rozando la pasta de sus gruesas gafas. Tenía un aire intelectual muy atractivo, pero también decadente.

Por mi parte, claro está, me hallaba al otro extremo de la habitación sin saber cómo reaccionar. Podía leer sus pensamientos como si fuese un libro abierto, pero a la vez me sentía culpable. Odiaba tener que saber lo que pasaba de ese modo, pues parecía que no confiaba en mí.

—¡Ese imbécil! ¡Ahora es crítico literario y no deja de burlarse de las memorias de Louis! ¡Debería aparecerse ante él y que se cagara en los pantalones!—gritó arrojando el periódico a un lado.

De inmediato me acerqué abrazándolo, sintiendo su piel cálida sin ningún reparo. Estaba en ropa interior, recién levantado, y ya estaba bebiendo como si el mundo fuese a acabarse esa misma noche. Pero él, como no, me ignoró. Dio un trago al whisky y una calada al cigarrillo, el cual dejó en el cenicero.

—Tú sabes que no lo es—susurró—. Que todas esas falacias están hechas desde el odio. No te indignes, no te entristezcas y ni sientas tu orgullo herido—besé su cuello suavemente, pasé mis manos por sus hombros y luego a las deslicé por su torso.

—Pero el resto del mundo...

—El resto del mundo no debería preocuparte—sentencié alejándome de él—. Viví con miedo al resto del mundo, Daniel, y no te lo recomiendo.


Aquella noche fue la primera vez que le di mi sangre. Necesitaba que me comprendiera. Cometí mi primer error.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt