Hay
cosas que no se pueden olvidar pasen los años que pasen, ocurra lo
que ocurra, porque vienen a tu mente como un fantasma de otros
tiempos y te secuestran la paz que crees haber logrado. Te arrancan
de los brazos de los sueños más placenteros y los convierten en
pesadillas siniestras; como si fueran sombras desatadas del infierno,
y te buscaran para llevarte con ellas. El rico mundo de nuestros
recuerdos, llenos de disimilitudes y victorias, está lleno de
rostros que una vez tocamos con amor u odio. Ella es uno de esos
rostros que aparecen últimamente con fuerza y claridad, provocando
que me despierte en medio de la mañana llorando amargamente.
Me
revuelco por el colchón, arrastro las sábanas que cubren mi cuerpo
desnudo y golpeo la almohada con rabia. No puedo ocultar que me
preocupa el hecho de no saber qué fue de su cuerpo. He intentado que
el monstruo que yace en mi interior, aunque para mí es un compañero
que me aparta de caminar siempre solo, me lo diga. Él no sabe qué
ocurrió, según él la enterraron en algún lugar donde nadie
pudiese perturbar sus restos. Sin embargo, deseo saber dónde está
la reina.
Sería
inútil mentirme diciéndome que no la amaba. No puedo negarme a mí
mismo unos sentimientos que siempre van a estar ahí. Creo que fue
uno de esos amores que no se pueden perder, pero que tampoco se
podían mantener. Ella estaba obcecada en cambiar el mundo de forma
brusca con guerras sin tregua. Había visto la monstruosidad del
hombre, las bombas de racimo y las guerras bacteriológicas más
modernas. Durante décadas estuvo frente a un televisor que mostraba
noticias terribles de cualquier parte de éste mundo. Mostraban a
hombres con fusiles armando a niños inocentes, mujeres llorando por
la crueldad de la sociedad moderna y supuestamente civilizada, así
como ancianos morir solos en apartamentos pequeños donde nadie los
recordaba. Ella estaba harta de ser una diosa muda y decidió alzarse
con una verdad que no era cierta. Aún así, pese a sus errores, sé
que quería cambiar y que ella misma se dio cuenta de su error.
No
puedo apartar su rostro mirándome y sus palabras surgiendo de sus
labios sellados. Puedo oír su voz, pero no veo cambio en sus
facciones. Posee unos ojos profundos de horrible tristeza, amarga
verdad y de ruinas de sueños que creía perfectos. Si hubiésemos
permitido que ese mundo, gobernado por mujeres, existiera muchos
hombres inocentes hubiesen padecido. Ella fue traicionada por los
hombres, vilipendiada y olvidada por sus guerreros, y eso hizo que se
diese cuenta que fue estúpida al imponerlos sobre las mujeres. Quiso
un mundo de mujeres, pero no se percató que el mundo necesita
también lo masculino.
Si no
hubiese estado tan herida posiblemente me hubiese escuchado. Habría
visto que hay mujeres muy fuertes que pueden librar batallas solas,
sin que ella intervenga o les de la razón. El mundo es un Jardín
Salvaje, somos bestias y las bestias siempre luchan. Las guerras son
terribles, pero no sólo son de hombres. También hay mujeres que
agarran fusiles, mujeres que ordenan guerras, mujeres que odian a
otras mujeres y mujeres que golpean a sus hijos, amantes o padres. La
violencia ciega no sólo la ejerce el hombre, también la mujer.
Debió verlo y yo debí mostrárselo. Me siento culpable porque no
supe calmarla, darle mi amor y ofrecerle la verdad de éste mundo.
Ahora,
cada amanecer, la veo. Es como si me pidiera que fuese a buscarla. Me
siento en la necesidad de correr por medio de las calles de éste
mundo, encontrarla y abrazarla besando su frágil piel. Recuerdo como
quedó el cuerpo de Khayman y las Gemelas. Eran sólo envoltorios
frágiles que se rompían si los tocabas. Tal vez no quede nada de
ella, ni siquiera un alma que ronda éste mundo buscándome. Pero mi
conciencia no está tranquila, mi amor no está tranquilo.
Si
pudiese dar un consejo a todos los mortales, hombres y mujeres, es
que intenten comprenderse mirándose a los ojos, deteniéndose un
segundo a escuchar, porque eso evitaría muertes, dolor y rabia. No
sean como nosotros. Sé que nos aman e idolatran, pero nosotros no
somos perfectos. No pude ser el Príncipe que ella esperaba. La Bella
Durmiente despertó y yo no estuve a su altura. Sin embargo, puede
que mis sueños me recuerden que debo escuchar, amar sin medidas y
ofrecerle al mundo algo más que mis deseos.
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