Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

domingo, 27 de diciembre de 2015

Sólo necesita amor

Armand y Antoine son ahora compañeros desde que se conocieron. A mí me agrada que se den compañía... espero que no termine sin manos.

Lestat de Lioncourt


—¿Por qué tocas ahora el violín y no el piano?—dijo a mis espaldas.

Había estado afinando mi instrumento para el recital de la noche. Todas las noches, sin faltar una, tocaba junto a Sybelle. A veces la acompañaba sentado al piano, tocando a dúo, pero mi lugar era con el violín. Me había convertido en el nuevo violinista inmortal.

—Porque con el violín conmoví tu alma y porque Sybelle es mucho mejor que yo con ese instrumento—respondí con una ligera sonrisa, sin girarme para verlo.

Podía ver su menuda figura en el reflejo del espejo que cubría parte de la pared. Allí de pie, con aquellos encantadores rizos pelirrojos, parecía un niño perdido buscando un hogar en cualquier brazos. Se había equivocado demasiado al abrazar a quien no merecía la pena.

—¿Crees realmente que conmoviste mi alma?—preguntó arrugando la frente y juntando sus finas cejas.

—Al menos te convencí—solté una carcajada mientras me giraba, para enfrentarlo.

—Te dejé vivir por mera curiosidad—chistó.

—¿Por qué eres así?—pregunté acercándome a él sin miedo alguno.

—¿Cómo?—dijo mostrando un brillo de curiosidad en esos ojos pardos, tan bonitos como amargos.

—Tan temeroso.

Tomé su rostro entre mis manos y acaricié con mis pulgares sus mejillas. Esos ojos castaños me hablaban de dolor, sueños rotos, miseria, miedos y hambre. Tenía hambre de amor. Un amor que nunca había logrado tocar, y que veía como una estrella fugaz demasiado lejana y brillante. Me incliné sobre él y lo besé. Mis labios tocaron los suyos con cariño y necesidad. Mi beso acabó siendo apasionado.

Lo amaba. Amaba su forma de ser extraña y curiosa, lleno de tormentos y esperanzas. Veía al hombre como una alimaña que sólo sabía destruir, como un ser oscuro y grotesco, porque también se veía él así. Nosotros éramos destructivos, fuésemos mortales o inmortales, y sólo comprendía que teníamos maldad y la maldad nos convertía en un cáncer terrible para todos.

Para él, que había llevado a Cristo en su corazón y lo rechazó por los manjares humanos, era difícil de comprender la dualidad. Era todo o nada. Luz u oscuridad. Una oscuridad tremenda como fue la que vivió tras el fuego que condenó a los que tanto amó, tras ver como el humo ennegrecía el arte que él alabó. Se aferró al símbolo de Satanás, a la serpiente que reptaba por el tronco del árbol y el dolor de su veneno hecho fe.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt