Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 22 de marzo de 2016

La esperanza

Hay numerosos archivos de Maharet que están saliendo a la luz. Ella los subió a la "nube". Yo no sé bien que es eso de "nube" pero me han dicho que es un lugar donde puedes subir archivos y que se queden para siempre ahí. Son diarios, pensamientos, poemas, canciones y rezos a los espíritus en diversas lenguas. Cada día la admiro más y extraño su presencia entre nosotros. 

Lestat de Lioncourt 

—Es inútil—dijo revisando exhaustivamente las pruebas que habíamos realizado a mi hermana.

El olor a antiséptico golpeaba mi nariz y me sentía mareada. Decidí sentarme en uno de los elegantes sillones de la consulta y recostar mi espalda para asumir la verdad. En ese momento me sentí súbitamente hundida. No supe realmente qué decir o cómo reaccionar. Quería echarme a llorar allí mismo pero me mantuve calmada porque él, mi agradecido guardián, estaba a mi costado derecho tomándome la mano y mirándome con gesto preocupado. Cuando iré hacia arriba, buscando los ojos de mi amado Khayman, sentí su mirada llena de dolor y lástima. Él no había podido hacer nada. Ni siquiera dándonos La Sangre ayudó a conservarla. Sentí sus dedos finos y largos entrelazándose con los míos mientras Fareed intentaba seguir su discurso derrotista.

—He hecho todo lo que estaba en mis manos. Mekare tiene daños muy importantes en su cerebro debido a las pésimas condiciones en las que vivió los primeros años, el aislamiento y el brutal abandono que sufrió por parte del mundo. Si deseas que use un eufemismo para asemejar su enfermedad con lo que padecen los humanos... —hizo un inciso doblando el informe en tres e introduciéndolo en un sobre para ofrecérmelo—Puedo decir está en estado vegetativo.

—Pero ella se alimenta y anda por la jungla—explicó Khayman porque yo no tenía fuerzas.

—Es el instinto de su cuerpo por sobrevivir, no ella—dijo.

—Seguiré contándole historias, cantando canciones, hablándole en nuestra lengua inventada y cepillando pelo mientras le explico las últimas noticias que hay en este maldito mundo—contesté incorporándome con ayuda de Khayman.

Amaba que siempre estuviera atento a todas mis necesidades. No era débil y jamás lo fui, pero ese momento me dejó tan conmocionada que ni siquiera la alegría de haber recuperado la vista me dio ánimos para salir de la consulta, encaminarme por el pasillo y salir a la superficie donde nos esperaba Jesse, David Talbot y Thorne junto a ella.

—Si eso te alivia y calma tu dolor...—contestó mirándome a los ojos con cierta decepción. No era decepción porque yo no encajara el golpe o casi estuviese a punto de echarme a gritar. Su decepción era consigo mismo porque no podía hacer absolutamente nada por ella.

—Ella me escucha, Fareed. Yo sé que su espíritu está en alguna parte junto a mí y necesita de mi ayuda. Sé que ella de algún modo se puede comunicar conmigo—mantenía esa esperanza en mi corazón porque era lo último y lo único que iba a tener.

—Todos tenemos nuestras creencias, Maharet—él también se incorporó saliendo de detrás de la mesa—. Hubiese deseado darte otras noticias...

—¡No!—dije elevando mi voz—. Fareed, no me intentes consolar porque tú también estás deshecho—sentí entonces como Khayman soltaba mi mano para rodearme por la cintura. Rápidamente los labios de mi viejo guardián rozaron mis mejillas. Percibí en ese momento que yo estaba llorando—. Gracias por devolvernos la visión a Thorne y a mí, por revisar a mi compañero y por tranquilizar a Jesse.

—Necesito estar en contacto contigo—respondió estirando sus manos hacia las mías para acariciarlas—. Por si tú acabas haciendo un milagro.

—Quien hace los milagros aquí eres tú.

Aquel rostro maduro e interesante era el de un hombre virtuoso. Estaba segura que jamás se daría por vencido. Las pruebas podían dar negativo pero su equipo siempre estaba investigando patologías raras, el ADN vampírico y numerosas propuestas, como ideas, venían de todo el mundo desde fundaciones de hermanos de Sangre como personas interesadas en sus investigaciones que la gran mayoría, por no decir casi toda la sociedad mortal, daría por estafa.

Sus científicos eran profesionales que habían terminado convertidos en vampiros tras años colaborando con él. Cada uno de ellos tenía una historia trágica y rocambolesca. Algunos habían presenciado el desastre que dejó atrás Akasha y comenzaron a investigar sobre el vampirismo, cosa que provocó juicios precipitados por parte de sus familias, amigos y compañeros de profesión. Varios habían quedado recluidos en diversas instituciones mentales, otros habían caído en la droga y la destrucción absoluta de su vida.

Cuando regresé al jeep que nos llevaría al aeropuerto, donde tomaríamos el primer avión hacia Brasil, rompí en mil pedazos la carta. La ciencia había hecho todo lo posible por ella pero yo seguía firme en mi propósito. Mekare estaba en algún lugar acurrucada en aquel cuerpo tan similar al mío, con ese rostro eternamente joven y esos hermosos ojos azules tan profundos como los míos. Me subí al vehículo y subí los cristales tintados para acabar rodeándola. Coloqué su cabeza sobre mi pecho y permití que escuchara los fuertes latidos de mi corazón.

—¿Estás bien?—preguntó Khayman mientras David hacía rugir suavemente el motor para ponernos en parcha—. Maharet, ¿estás bien?


—Siempre estaré bien mientras me mantenga al lado de mi familia—respondí mirándolo a los ojos.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt