Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 2 de marzo de 2016

La pintura

La pintura de Marius vuelve a sus manos... de momento. 

Lestat de Lioncourt 


Estaba de nuevo frente a mí aquel cuadro. Observaba cada trazo como si lo hubiese pintado esa misma noche. Recorría la profundidad del color, las sombras, la asombrosa técnica que hacía siglos que había mejorado e incorporado a mis obras, y la belleza de sus ojos. Sobre todo la belleza de sus ojos. Unos ojos que parecían implorarme mil veces y tentarme con su belleza. Aquel frágil cuerpo de adolescente quedó plasmado para deleite de sólo unos privilegiados. Se consumía en polvo y olvido en aquella bodega.

La historia de esa pintura era trágica. Logré hacerla en pocas horas, pero no descubrí su magia y magnificencia hasta pasados varias semanas. Debía parecer un pintor común pese a mis extraños comportamientos. Frente a todos era un mecenas con talento y un hombre de bien, pero la verdad es que la oscuridad y la sed me consumían. Ese cuadro lo tuve frente a mí finalizado en más de una ocasión y lo miraba igual que esta noche.

—Ya has visto de nuevo el cuadro, ¿podemos irnos?—preguntó David descansado en una escultura que también me perteneció, aunque yo no era su artista.

Aquel hermoso monstruo que había creado Lestat era inteligente e intuitivo. Estábamos en su mundo, rodeado de historias que conocía mucho mejor que yo y que cualquier otro. David Talbot reflejaba los buenos principios éticos en apariencia, pero la verdad es que amaba entrar en la orden y pasear por sus viejos pasillos como si fuese un fantasma más.

—¿Por qué me dejas entrar aquí?—dije llevando mis manos al marco dorado de aquella belleza intemporal.

—Yo no soy quien te da permiso, sólo te conduzco por los laberínticos pasillos. Podrías entrar tú solo—confesó—. Ya van dos veces que nos colamos aquí como si fuéramos ladrones.

—¿Crees que Tesjamen me permitirá que me lleve la obra?—mis dedos tambolireaban sobre el marco. Jugaba con los relieves de flores silvestres y pequeñas líneas sinuosas que poseía. Me encantaba el marco, pero yo le pondría ahora uno más simple para que sólo pudiesen ver su rostro. Un rostro joven e inmortal.

—Es tu creador pero no deja de ser…

Entonces ambos sentimos esa fuerte presencia recorriendo la galería principal. Los pasos sigilosos eran incensarios. Él se hacía notar por la fuerza que desprendía. No venía solo. Estaba acompañado por Gremt. Tesjamen estaba allí como si lo hubiese invocado. Ambos aparecieron en breves segundos frente a nosotros. No huimos ni hicimos movimiento alguno, ¿para qué? Sabíamos que ellos conocían nuestra aventura de entrar en La Orden de Talamasca.

—¿Tanto amas a Armand que no eres capaz de pasar más de unos meses sin contemplar tu obra?—preguntó Tesjamen—. ¿O es por pura vanidad?

—He intentado olvidar esta etapa pero es imposible. Ha dejado en mí una marca que no puedo ni quiero borrar—expliqué apartándome de aquella hermosa pintura—. ¿Me permitirías llevármela? Así no tendría que venir más.

—Puedes pintar otra igual—respondió el espíritu—. Aún pintas.

—No es lo mismo. No tiene valor sentimental—dije algo airado.

—No te he dicho que pintes una para ti, sino para nosotros. Podemos colocar ahí la réplica. No creo que los eruditos se den cuenta hasta pasados unos años—me miró con esos ojos imposibles, esos labios cincelados por él mismo, y sentí un escalofrío terrible. Él era un artista mucho mejor que yo porque había creado con energía ese recipiente tan hermoso. La belleza de su rostro era similar a la que podía imaginar uno en los viejos dioses caídos de Roma y Grecia.

Noches más tarde accedí con permiso de los Ancianos de Talamasca con una réplica. Ahora la obra goza de un lugar privilegiado donde lo contemplo para fustigarme. Observo su belleza implorando piedad y me alzo con él en ese ruego. Pido piedad por mi cobardía y malos actos pues sé que soy incapaz de hacerlo frente a él, de acercarme con sinceridad besando su frente y rogando ser admitido de nuevo por su corazón. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt