Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

sábado, 12 de marzo de 2016

Matices de amor

Una discusión que tuvieron Benjamín y Armand hace algunos años. Louis todavía vivía con ellos y Antoine no se había unido al grupo. La pobre Sybelle como siempre siendo banda sonora de la escena. 

Lestat de Lioncourt 


—¡Para ti o todo es blanco o todo es negro! ¡Hay matices!—dijo elevando la voz.

La dulce criatura había ido cambiando hacia un adulto rabioso que pasaba las horas siendo adulado por varios artistas taciturnos. Veía a todos ellos como sanguijuelas tras la fortuna que derrochaba cada noche en su propio restaurante, donde los invitaba a comer y beber hasta bien entrada la madrugada, así como en regalos de distinto valor y subvenciones a sus ridículas obras de teatro y cine independiente.

—¿Cuáles? Dime, Benji—respondí pausadamente dejando a un lado el periódico.

Esa noche había decidido permanecer en casa con ellos intentando disfrutar del calor de la familia. Louis estaba entado en su sillón favorito escuchando la música que desbordaba el piano de Sybelle. Quería sentir el calor del hogar, pero él había dispuesto que el fuego fuese su discusión sobre esos malditos liantes.

—¡Ellos son mis amigos! ¡Sólo ves maldad en todos los corazones menos en el tuyo!—Sus almendras se volvieron amargas y desafiantes, sobre todo cuando terminó su siguiente frase—. ¡Y tú eres el peor de todos! Tienes rostro de ángel, pero sólo eres un maldito demonio lleno de amargura y mentiras.

Guardé silencio esperando recuperarme del impacto de sus palabras. Ella dejó de tocar de inmediato y Louis se incorporó atónito. Por mi parte sólo le miré con una sonrisa dulce en los labios. No podía discutir con él sobre ese tema. Aceptaba que no era una monjita de la caridad, pero tampoco me tenía a mí como el centro de la maldad de este universo.

—Te he vestido, alimentado, acunado en las noches que tenías pesadillas, besado tu frente tras despejar tus revueltos cabellos negros, ofrecido libros para que saciaras tu deseo de conocimiento, permitido que instalaras esa dichosa radio en uno de los despachos, ofrecido mi ayuda en todo momento y dado mi amor sin esperar mucho a cambio. Sin embargo, para ti, soy el mayor de los monstruos porque veo como despilfarras el dinero que has amontonado gracias a tu talento, tu esfuerzo y dedicación, en unas alimañas que sólo te reportan aplausos vacíos—bajé las mangas remangadas de mi sudadera negra con el estampado de Iron Man y tomé mi vieja chaqueta de tela vaquera—. Me marcho para sentir que le importo a alguien aunque sea unos segundos antes de morir en mis manos—dije.

—Dybbuk…—susurró con aquel tono casi infantil. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su corazón parecía roto. Se quebró frente a mí como una ramita seca al ser pisada por las botas de un excursionista.

—Dime, Benjamín—contesté—. ¿Ya estás feliz tras todo lo que has vomitado sobre mí?—me acerqué a él con pasos calmos y el corazón destrozado—. Siempre soñaré con verte alto y fuerte, quizá con una pequeña perilla, diciéndome que has acabado la universidad y te vas a dedicar a recorrer el mundo entero para luego escribir un par de libros. Pensé que serías un hombre de provecho y lo has sido sin necesidad de ser humano. No has necesitado crecer ni ir a la mejor universidad, pero sigues siendo tozudo y crees que eres más listo que todos los aquí presentes—suspiré deteniéndome a pocos centímetros de él—. No, Benji. Tal es tu afán de sentir respeto por los adultos, por los que son realmente de tu edad y época, que caes en halagos vacíos—le quité el sombrero y tomé su tierno rostro entre mis manos para verlo directamente a los ojos—. Has crecido, yo lo sé, pero eso no implica que no te equivoques.

Se apartó lloroso y corrió hacia su estudio de grabación. Yo decidí irme a caminar. Necesitaba despejarme. Louis quiso acompañarme pero me negué. Necesitaba estar solo y él también. Cuando regresé para dormir en mi cómoda cama él ya estaba allí. Se había colocado uno de sus cálidos pijamas para meterse bajo mis mantas. Yo ni siquiera me quité la ropa pues sólo me deshice de las deportivas y la chaqueta.


Esa mañana de nuevo dormimos juntos como si fuéramos dos hermanos que temen a las tormentas, pues ¿no fue una tormenta lo que había ocurrido horas atrás? Una tormenta de palabras fuertes que no se sienten realmente. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt