Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

lunes, 7 de marzo de 2016

Siempre te veo...

Por un momento creí que era él. Me quedé de pie observando la cafetería desde la acera contigua con las manos metidas en los bolsillos de mi pantalón. A veces creo verlo en cualquier lugar con diferentes complementos, leyendo el periódico o simplemente vestido de forma simple con una sonrisa honesta. Tal vez deseo verlo y por eso vivo continuamente con su figura persiguiéndome como un anuncio publicitario, pero quizás es cierto que me vigila allá donde voy. No importa la ciudad, el país o el momento en el cual crea verlo. Me quedo parado e intento descifrar si mis ojos vuelven a engañarme una vez más.

Por un momento lo vi allí sentado en la cafetería con un café humeante frente a él. Estaba reclinado sobre diversos documentos y sus cabellos caían lánguidamente sobre sus hombros, rozando las solapas de su traje gris marengo y el cuello de su camisa violeta tulipán. Parecía sosegado aunque muy interesado en las finas hileras de hormigas que eran las líneas escritas en aquellas hojas.

Me quedé perplejo conmigo mismo. Era increíble que me quedase de ese modo. Cerré los ojos unos instantes e intenté hacer acopio de todas mis fuerzas para no cruzar en mitad del tráfico, sin semáforo y arriesgando a provocar un accidente. Quería atraparlo, como él deseó hacerlo conmigo hacía algunos años, y preguntarle nuevamente si él era el Demonio. Pero al abrir los ojos ya no estaba y ni siquiera estaba el café sobre la mesa.

—¿Estás bien?—preguntó Armand.

Nueva York me dejaba siempre perplejo con el sonido de una jungla de asfalto que parecía no querer dormir jamás, como Miami y el resto de grandes ciudades americanas. Pero esa ciudad era distinta. Siempre me olía a humo y comida rápida dándome vértigo y náuseas, pero a la vez atrayéndome hacia sus complicadas discusiones en las paradas de taxis, restaurantes o entradas y salidas de los sitios más chic.

—Sí, eso creo—dije notando como me agarraba del brazo—. No hace falta que me agarres.

—Estás fatigado, ¿necesitas sangre?—murmuró muy bajo apoyando su frente en mi hombro.

—Sí, no seas molesto—respondí apartándolo con algo de delicadeza—. Vamos, Louis nos espera en la ópera—dije alejándome.


¿Cómo decirles que seguía obsesionado con Memnoch? ¡Era imposible! Cuestionarían mi buen juicio. Amel no dejaba de murmurar que dejase de buscarlo. ¿En serio? Incluso él notaba la fascinación queme provocaba su figura, pero también el misterio de saber si algo de todo lo que dijo era falso o no. 

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt