Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 29 de abril de 2016

De cena: idiotas

Dedicado a los "góticos" que dicen que la cultura de los vampiros sólo es "gótica" y a la administradora de cierto grupo de "fans" que acepta el plagio descarado a diversos autores permitiendo el robo (pues saber una situación comprometedora para tu página y para ti y no actuar en diez días dice muy poco de ti)

Que te vaya bien...

Te lo dedica Petronia y Arion.



Lestat de Lioncourt


Su cuerpo se desplomó como si fuese una pesada escultura de piedra contra el pavimento. El cabello del muchacho se desplazó por su frente y rozó sus oscuras y espesas cejas. Su piel pálida ahora lo era mucho más y sus ojos estaban vidriosos debido a cientos de lágrimas que no logró derramar. El cristal de sus gafas se quebró por el impacto mientras estas eran despedidas lejos de su cara. La gabardina negra envolvía como un sudario todo su cuerpo y sus botas llenas de fango al fin se detenía tras los últimos espasmos. Estaba muerto. No había ni una gota de sangre. Literalmente no quedaba nada de él. Era un cascarón vacío que comenzaba a enfriarse sobre el suelo empedrado de aquella estrecha calle peatonal. La luz de neón del tugurio del que había surgido aún iluminaba sutilmente el callejón, y posiblemente lo haría toda la noche hasta bien entrada la madrugada.

—No has tenido paciencia con el muchacho—dijo una profunda voz masculina tras su estrecha figura.

El monstruo que lo había matado permanecía a su lado observándolo. Miraba su cuerpo como si fuese un montón de desperdicios y se preguntase en qué contenedor debía echar cada resto. ¿Sólo a los restos orgánicos o lo desnudaba para tirar la ropa al contenedor para caridad? Tal vez, sólo tal vez. Sus pensamientos eran un misterio para él y para su compañero.

—No puedo tener paciencia con un inútil—contestó con una voz modulada y ligeramente femenina. Su tono de voz era agresivo por lo directo que podía llegar a ser.

—También mataste hace unas horas a una pequeña mentirosa, ¿por qué?—susurró colocando sus oscuras manos entorno a la estrecha cintura de su compañero. Aquel hombre además de poseer una voz gruesa, pese a lo aterciopelada, era de raza negra y tenía una musculatura soberbia que destacaba incluso bajo su elegante gabardina—. Está empezando a refrescar pese a que ya está llegando el verano.

—Sí, parece que las altas temperaturas destruyen las escasas neuronas de los más jóvenes—murmuró sin apartar sus ojos oscuros del cadáver—. ¿Dónde puedo echar a este payaso? No me apetece viajar con él hasta el pantano.

—Jamás he visitado Nueva Orleans junto a ti—dijo pegando sus gruesos labios al vertiginoso cuello de cisne de su acompañante—. Me gustaría ver ese pantano tan famoso...

—Tal vez mañana... tal vez... —comentó sacando un as de picas de su bolsillo para escribir en él una frase que fuese perfecta para el cretino. Sonrió al ver su estilosa caligrafía y la arrojó a sus pies. La frase decía: No presumas de una cultura que careces.

De inmediato se levantó el sombrero de ala ancha provocando que cayera su trenza para desatarla. Sus largos cabellos oscuros cayeron en suaves ondulas sobre sus hombros, espalda y pecho. Después se giró hacia él, rodeó su cuello apoyando sus brazos en sus amplios hombros y sonrió.

—Ahora quiero ir a algún sitio que me haga sentirme cerca de ti... Mi querido y dulce maestro, ¿dónde me llevarás? Dime, Arion—murmuró dejando escapar una risotada.

Una mentirosa que culpaba a su miserable vida de sus tragedias, cuando sólo son causa de nuestras decisiones y acciones, y un idiota sin cultura ni educación estaban muertos. La sangre corría por sus venas endulzando y calentando cada una de sus arterias. Él sólo había tomado pequeños sorbos de distintas mujeres que decidieron bailar descaradamente con el extraño negro de pies inquietos, ritmo apasionado y mirada profunda. Ellas no sabían que la única criatura que él amaba era un “ángel” cuyo rostro tenía cincelada una cruel sonrisa.  


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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt