El último bastión de libertad se
llama rock. Reconozco que es una droga dulce que se inyecta con
facilidad y provoca un placer incomparable. He recorrido el mundo con
cientos de canciones aullando las miserias de mi alma. Disfruto
echándome en la cama de cualquier hotel, por mediocre que sea, con
los auriculares puestos susurrándome versículos prohibidos sobre
placeres carnales, destrucción y libertad. El rock es rabia,
placeres y seducción de las masas. La protesta social se ha mezclado
con letras profundas y otras suaves que endulzarían cualquier
corazón hasta provocar que el cuerpo caiga rendido.
Conocí por casualidad esta música y
ya no sé vivir sin ella. Es increíble que me deje llevar por su
eléctrica sensación teniendo en cuenta que no soy humano, que mi
época quedó atrás hace tiempo y que debería alejarme de sus
canciones cargadas de voces desgarradas. Sin embargo, no es así.
Quizá me convertí en vampiro porque debía conocer este tipo de
sensaciones. La rebeldía del rock me ha hecho fuerte y ha logrado
que rompa cada uno de mis miedos en mil pedazos.
Suelo tomar mi Harley para hacerla
rugir y permitirle al mundo que conozca mi pasión. He recorrido las
carreteras como un alma endiablada mientras gritaba libertad. Jamás
he usado las medidas de seguridad porque no voy a morir, nunca
moriré. Mi dorada melena al viento, completamente revuelta y
enredada, es como un símbolo de locura y placer.
Admito que la música siempre me
hechizó potenciando mis sentimientos, adentrándome en un valle de
lágrimas o de coros celestiales, hasta límites que ni siquiera
puedo explicar. He experimentado un placer infinito en mitad de
grandes eventos pero sobre todo cuando subí a ese escenario, grité
mi nombre y todos comenzaron a corear mis canciones. A veces me
pregunto qué hubiese pasado si Akasha no hubiese matado a cientos de
jóvenes ese día o si fue ella la única que controlaba sus
pensamientos.
Hoy me da fuerzas distintas cada
canción, pero en ocasiones recuerdo únicamente a una persona cuando
la música se vuelve turbia, las letras torcidas y las voces parecen
lamentarse por tiempos pasados que parecen mejores. Su silueta
aparece de la nada frente a mí con el rostro cubierto de rabia
contenida. Puedo ver con claridad a Nicolas moviéndose por la
habitación y retorciéndose con su violín que se eleva incluso por
encima de las canciones que yo tarareo.
Reconozco que no soy capaz de
olvidarlo. Amo profundamente a Louis. Sé que mi vida sería
miserable sin él. He aprendido a aceptar que no soy capaz de vivir
sin pensar en sus ojos verdes, sus labios de palabras profundas y
tristes, sus constantes consejos que caen en saco roto y sus brazos
confortables que me rodean ocasionalmente. Me gustaría que dejase de
llorar por mi culpa pero soy incorregible. Sin embargo, si me pongo a
pensar no hubiese conocido a mi gran amor si el primero de todos,
aquel que nos moldea y se queda por siempre tatuado en nuestra alma,
no hubiese muerto.
Bajé a los infiernos buscando
respuestas. No sólo quería hablar con Memnoch. Reconozco que quería
encontrarlo y pedir disculpas una y otra vez, aunque él no las
aceptara y me destrozara el corazón una vez más. También contuve
la respiración y la esperanza entre mis manos mientras me mostraba
la casa de Dios. El Cielo parecía placentero alejado de la tortura
física y la escasa certeza de que todos compartían. No lo encontré.
No hallé a nadie que pudiese darme una pista. Él tampoco ayudó. Al
parecer Memnoch no se percató de mis ansias de volver a ver a
Nicolas.
Esta noche he escuchado una canción
que me ha destruido por completo. Estoy escribiendo esta carta en un
motel barato de carretera. La música suena con fuerza en mis
audífonos y dejo que mis lágrimas manchen mi rostro una vez más.
Jamás había escuchado a este artista y creí que el rock estaba
decayendo desde hacía algunos años. He necesitado ordenar mis
pensamientos y dejarlos plasmados. Detesto que muchos crean que el
rock no muestra sentimientos y que sólo es vanidad. Hay estúpidos
que aún creen que las revueltas sociales se dan por puro capricho y
no por el sentimiento de impotencia, ira y dolor que siente el
pueblo. La rebeldía es una muestra más de un sentimiento de
disconformidad. El amor de sus baladas y el murmullo de canciones
como estas que me hacen recordar lo estúpido que fui, lo ciego que
estuve y lo torpe que sigo siendo.
Lestat de Lioncourt
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