Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 13 de abril de 2016

Nuevos tiempos

—¿En qué piensas?—pregunté apoyándome en el barandal de aquella azotea.

Pocas veces había visto Nueva York tan hermosa. Tal vez se debía que ahora podía ver mucho mejor. Era capaz de ver colores que antes pasaban desapercibidos y comprendí que era uno de los regalos que me había concedido Amel. Él tarareaba bajo una dulce melodía que me recordaba a mis desenfrenados meses mortales en París. Podía oler el polvo de las pelucas y el maquillaje en cada tarareo, pero regresaba rápidamente a la realidad dejándome fascinar por las parpadeantes luces eléctricas que apocaban el brillo de las eternas estrellas.

—Esto no ha acabado—murmuró serio con las manos metidas en su elegante pantalón oscuro. Llevaba un hermoso Armani que le sentaba como un guante. Cada vez que lo veía me asombraba. Había amoldado ese rostro a sus viejos rasgos, a sus guiños y su peculiar forma de comportarse. David tenía un nuevo cuerpo pero a la vez parecía ser tan viejo como él. Su alma era poderosa y había luchado encarecidamente por sentirse cómodo en su nueva guarida.

—Ah, eso lo sé—dije quitándole hierro al asunto.

—¿Y no te intranquiliza?—preguntó girando su rostro de hermosos rasgos hacia mí.

Quien lo mirara caería enamorado. Su piel ligeramente oscura, sus ojos profundos, su boca perfecta y ese mentón fuerte le hacían parecer un ser superior a cualquier otro.

—No, sería peor saber que quedan años de paz—respondí casi carcajeándome. Amel se rió guardando silencio para prestar atención a la conversación.

—Vienen nuevos tiempos—aseguró.

—Sí, se ha proyectado una sombra de duda sobre todos nosotros. Ahora sabemos que estábamos más ciegos, más sordos y más mudos que nunca—dije estirazando mi cuerpo hacia delante, encorvando ligeramente mi espalda y dejando mis brazos sobre la barandilla y dejando mi mentón sobre mis manos. Estaba ahí apoyado de una forma extraña fascinado por todo lo que veía. Todo el horizonte parecía un nuevo mundo y yo quería explorarlo como mi madre cuando corría por París dejando libre su alma.

—Vendrán nuevos conocimientos que destruirán todo lo que conocemos—comentó.

—Y es fascinante, ¿no lo crees?—dije incorporándome para sentarme de un brinco en la barandilla. Mis pies quedaron en el aire y moví mis piernas como un chiquillo aburrido. Mis manos estaban aferradas al grueso y frío hierro como si realmente hiciese falta. Yo podía arrojarme hacia el suelo y no morir, pues podría lanzarme a volar como Superman con sólo desearlo... ¡Y sin necesidad de capa o calzoncillos sobre unas estrechas mallas de héroe de cómic.

—Sí, pero esos cambios pueden ser desagradables—aseguró—. ¿Quién te dice que Amel no se vuelva de nuevo en nuestra contra?

—Confío en él—respondí.

—¿Cómo puedes hacerlo?—preguntó colocándose tras mi espalda para introducir sus brazos por el hueco entre mis costados y brazos. Sentí su torso pegado a mi espalda y su mentón apoyado sobre mi cabeza de dorados y revueltos rizos.

—No lo sé—admití—. Tal vez porque he llegado a comprender su dolor porque yo también me sentía solo. Él tiene mucho amor que dar, mucho conocimiento y desconocimiento. Él quiero aprender con nosotros y nosotros queremos aprender de él. Puede que lo que aprendamos no sea útil o puede que sea algo maravilloso. No se sabe. El futuro no está escrito y ahora podemos usar esa frase con mayor rotundidad que antes.

Jamás había sido tan sincero. Quizá volvía a confiar en lanzar todo lo que pensaba sin filtro alguno. Pero era algo que él podía haber visto estos años. Yo no era el ser eternamente jovial, sino un hombre pesimista porque deseaba cambiar el mundo. Los optimistas piensan que todo va bien, que todo es maravilloso, pero yo era pesimista porque jamás me conformaba con todo y siempre pensaba que era horrible lo que tenía. Por eso yo soñaba cosa que según dicen sólo hacen los optimistas. Yo soñaba con conseguir cosas. Tenía una dualidad mi alma escandalosa y eso me hacía sentirme frustrado. Podía maravillarme por cosas pequeñas, casi insignificantes, y sentirme apático ante grandes maravillas. Y desde aquellos días, y por supuesto aún hoy, he aumentado ese ir y venir entre el llanto y la alegría.

—¿Por qué nunca tienes miedo? ¿Qué clase de hombre eres?—preguntó confuso sin entenderme del todo.


—Sí tengo miedo, David—dije—. Tú no puedes notarlo pero por dentro tiemblo de miedo, pero también de ilusión. El miedo no puede ensombrecer esa luz llena de esperanza que hay en mí.

Lestat de Lioncourt  

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt