Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

jueves, 5 de mayo de 2016

El despertar del periodista

El despertar de Daniel fue gracias a las ondas de la radio de Benji y los cuidados de Marius. 

Lestat de Lioncourt


Estaba allí concentrado leyendo la pantalla del ordenador, la cual iluminaba parcialmente su rostro y le daba un toque lúgubre a sus rasgos aún dulces, de hombre joven y atractivo, mientras sus ojos se entrecerraban quizás intentando procesar la información que estaba acumulando con paciencia, poco a poco, sin descanso alguno para comprender qué demonios estaba ocurriendo en su mundo.

Estuvo desconectado de la realidad por años y ahora intentaba asumir las culpas, así como las causas de una vida vacía. Él siempre estuvo activo y se dedicó a involucrarse en cada noticia que acontecía en las calles oscuras de San Francisco. Como si fuese una especie de superhéroe moderno, un Clark Kent cualquiera, se paseaba por los peores barrios con unas deportivas por si tenía que salir corriendo y anotar después todo lo que había llegado a ver y oír. Pero durante las últimas décadas se sumió en miles de preguntas que no pudo contestar, sueños que le perturbaban tanto que agitaban cada partícula de su alma y provocaban que se echara a temblar cada segundo que permanecía despierto. No quedó nada del hombre joven inquieto que vivía a base de comida rápida, whisky barato y espeso café matutino junto a varios periódicos del día. Nada.

Ahora intentaba remontar el vuelo. Llevaba semanas asumiendo todos los acontecimientos del mundo y había dado con un pequeño tesoro. Cada noche conectaba a la misma hora el ordenador, tecleaba la página web de aquella radio online y se colocaba los audífonos de botón mientras leía las noticias colgadas junto a los audios de programas anteriores. Había todo tipo de archivos que demostraban que no estábamos solos y no me refiero a los humanos, me refiero a los vampiros. Somos inmortales y somos distintos a lo que un humano común puede o llega a ser.

Esa noche no era distinta. Había despertado pronto incluso para ser joven, se dirigió a la ducha para asearse y recorrió las calles aledañas por una o dos víctimas, para luego entrar en la biblioteca y escuchar con cierta adicción la voz suave, aniñada y profunda de Benjamín. Admiraba su trabajo aunque era un reportero joven y casi inexperto. Él estaba dándole voz a todos los vampiros del mundo e intentaba explicar lo que ocurría ahí fuera, lejos de los muros que nos ocultan del resto y nos protegen de nosotros mismos.

—Daniel—dije—. ¿No crees que es hora de conversar?

—Sólo queda diez minutos de programa—comentó sin apartar la vista de la pantalla.

—¿Qué noticias hay?—pregunté desde el marco de la puerta.

—Unos jóvenes han sido atacados por un vampiro indeterminado pero de edad elevada, quizás un milenario, provocando un terrible incendio y la muerte de todos los que estaban en el local. Ha sido en el sur de Brasil, muy cerca de aquí—aquello me provocó cierta angustia. Él lo decía como si nada pero yo pensé de inmediato en mi joven pupilo convertido en grasa negra derramada en el suelo.

—Mañana te compraré uno de esos teléfonos móviles para poder contactar contigo—dije—. No quiero que nada te pase cuando sales a divertirte.

—¿Qué puede pasarme?—preguntó quitándose por completo los auriculares para venir hasta mí.


Dejó atrás su dichoso programa de radio y se pegó a mi cuerpo pasando sus brazos por mis hombros. Me miró como sólo un amante sabe mirar y se echó a reír. Daniel deseaba entrar en acción y no le importaría ya arriesgar su vida con tal de disfrutarla al cien por cien. En ese momento me percaté que estaba harto de hacer siempre lo que otros decían.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt