Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

viernes, 6 de mayo de 2016

La vida no es una luna de miel.

Petronia y Arion "regresan" de dónde quiera que estuvieran...

Lestat de Lioncourt 


El cielo de Nápoles estaba cubierto de nubarrones densos. La lluvia se precipitaría pronto recorriendo toda la ciudad. Las hermosas vidrieras de la planta superior no tenían la mágica belleza de otras noches y parecían deslucidas debido a la tragedia que se había generado tras ellas. Durante años la vivienda había estado vacía, oscura, carente de recuerdos e incluso carente de belleza. Porque la belleza de un lugar como aquel era la vida que tenía cuando llegaba la noche y las luces se encendían junto a la música y las herramientas eléctrica, de fina precisión y fácil uso, que se usaban para elaborar las joyas más prestigiosas de toda Italia.

Los muebles aún estaban cubiertos de polvo y algunos destruidos por la furia ejercida contra la pared, el suelo o el propio techo. La lámpara de lágrimas de cristal de bohemia se había desplomado en la planta superior, justo en el dentro del hall, mientras que la escalera de caracol parecía invitar a husmear por las silenciosas estancias que permanecían a la espera de sus dueños.

¿Cuándo se convirtió aquel lugar en el paraíso del silencio? ¿Por qué todo se había hundido de ese modo? Un lugar de columnas de mármol, frescos maravillosos, elegantes muebles y bellas cortinas que ahora estaban sucias y algo descoloridas.

La fecha de inicio de la tragedia no era exacta, pero posiblemente había comenzado por el 2011. Un murmullo se hizo presente en la biblioteca, la misma que tenía todos los libros diseminados por el glorioso suelo de mármol, mientras uno de sus habitantes meditaba solo frente al ajedrez. Era como si las fichas le hubiesen hablado. Tal vez el rey del tablero se cansó de proteger a la reina o quizá fue el jinete del caballo que descendió de su montura, clamó a los cuatro vientos que estaba cansado y echó a correr por el aire denso de la estancia. Sea como fuese él lo escuchó primero. Fue un murmullo suave, casi agradable, que acarició sus hombros y nuca hasta hacerlo sentir amado y embriagado.

Tardó en repetirse ese chispazo un par de meses y ocurrió en otro de los habitantes. Las herramientas sonaban como un murmullo bajo en mitad de la noche. Un murmullo que quedó silenciado por su nombre rebotando en su cerebro. Sus ojos oscuros miraron a la nada y luego su corazón se convirtió en un tambor descontrolado, si bien todo quedó en nada y continuó como si no hubiese ocurrido.

Fue a principios del 2012, en pleno invierno, cuando una fuerte ráfaga de viento se coló en sus almas provocando gritos alarmantes del tercer compañero. Los dos colosos que siempre habían estado en paz entre aquellas paredes, al menos en calma los unos con los otros, se convirtieron en guerreros enrabietados. Él, el más joven, se marchó correteando por las calles buscando un refugio y finalmente alzó el vuelo para no volver jamás. Ahora espera una llamada que no llega, una pequeña señal a destiempo, para regresar al lugar que fue su hogar.

Pero esa mansión olvidada ahora vuelve a cobrar vida. Como si se hubiesen puesto de acuerdo, uno como el otro, han regresado tras esa terrible noche donde se lanzaron terribles acusaciones y rompieron su alma una vez más quedando las dos mitades casi destruidas. El mito del andrógino era cierto. Ellos eran almas gemelas que no podían vivir en paz si no estaban juntos.

—Todo está hecho un desastre—susurró quitándose el gabán para luego remangar los puños de su camisa de algodón blanco. Su piel seguía siendo oscura, hermosa y seductora, y destacaba esa noche, como muchas otras, por las prendas elegidas.

—Me pregunto si el resto estará vivo. Y no, no hablo de nuestros sirvientes. Ellos...—cerró los ojos y apretó los puños, para luego girarse y mirarlo a los ojos—. Me pregunto si Manfred y Tarquin están vivos o han sido pasto de las llamas, de la locura que todos sentimos, de la rabia y la desesperación de ese ser... Arion, han pasado casi cuatro años.

—No, han sido algo más de cuatro años—respondió acercándose a esa figura esbelta de trenzado cabello negro. Bajo esas prendas masculinas se escondía un ser distinto y hermoso. Jugaba siempre a desconcertar a todos e incluso él se sentía perdido, desconcertado y abatido cuando le miraba con la perversidad unida de un hombre y una mujer.

—Sea el tiempo que sea, Arion—murmuró dando un par de pasos por la estancia—. No sé si pueda vivir de nuevo aquí.

—Podemos reconstruir todo y hacer del tormento un nuevo paraíso—dijo acercándose a Petronia.

Giró suavemente su cuerpo para que ambos quedaran enfrentados. Por primera vez en algunos años podían contemplar el daño sufrido, los recuerdos revueltos y mutilados como los muebles y obras de arte que les rodeaba, intentando encontrar una tabla que los mantuviese a flote en el hundimiento de sus vidas como si fuese un gigantesco buque en mitad de un inhóspito mar.

—Francamente, yo sólo quiero recostarme en mi vieja cama y sentir que todo el dolor que se ha derramado, el cual no hemos podido controlar, ha desaparecido—susurró en un tono quedo mientras intentaba sosegar su alma—. Me siento aún un monstruo, ¿aunque alguna vez dejé de serlo?—preguntó aferrándose a las solapas de su camisa.

—Nunca fuiste un monstruo. Los monstruos son aquellos que torturaron tu alma y enjaularon tus sentimientos más hermosos porque temían no lograr alcanzar tu belleza. Intenta ser firme, Petronia. Intenta ser quien has sido desde hace siglos y vuelve a las andadas—rodeó su escueta cintura y estrechó aquel cuerpo tan familiar, de fresco perfume y suave piel, contra el suyo mucho más corpulento.

En ese momento Petronia olvidó quién era y qué hacía allí. Dejó que su mente se desconectara para poder sentir con su piel cada roce. Cerró los ojos profundizando en el aroma varonil de su colonia y en el tacto de sus labios contra sus mejillas húmedas. Había comenzado a llorar en silencio y estaba manchando la camisa de Arion, igual que la suya propia que también era de un color claro. Ambos parecían dos hombres que habían logrado huir de una tragedia terrible, tan terrible como las que acontecían aún hoy en otros lugares del mundo. Las guerras seguían existiendo aunque su sociedad volvía a ser una balsa de aceite. Finalmente se entregó por completo a esa dulce sensación y entonces percibió como la mano derecha de su creador desabotonando su camisa, y palpando las vendas que aprisionaban sus pechos hasta el borde de estas. Giró su cabeza hacia la izquierda y permitió que la boca de su amado maestro rozara su piel, hundiera sus dientes en el trapecio y sorbiera parte de su sangre. Sus dedos arrugaron más el cuello de la camisa de Arion y tiró de él sin delicadeza. Abrió sus labios sin pronunciar palabra y soltó un placentero quejido. Los dedos de su amante prosiguieron hasta el vientre, se pasearon por el ombligo y rozaron el vello suave y corto que allí se arremolinaba. Luego, sin permiso alguno otra vez, desabrochó su pantalón e introdujo su mano en la ropa interior comenzando a acariciar su sexo.

—Te toca beber a ti—dijo en un susurro cerca del lóbulo de su oreja izquierda. Petronia sintió como su vello se erizaba como el lomo de un gato asustado y de inmediato se arrodilló frente a él.

Observó aquella figura apolínea aferrándose al cinto de su pantalón oscuro para de inmediato bajarlo. Arrancó con fiereza el cinturón tirándolo a un lado, arrancó el botón y bajó el cierre para sacar su miembro ligeramente erecto. Clavó sus ojos en él una vez más y lamió el glande, para luego sacar sus colmillos y perforar el sexo. Rápidamente aquel pene le ofreció una vigorosa y poderosa sangre que calmó definitivamente todos sus demonios. Sus sensuales labios rodearon el glande, apretando sutilmente, para luego bajar los párpados y disfrutar de las sensaciones que transmitía cada glóbulo rojo. Él gemía bajo aferrado a ambos lados de su cabeza, manteniendo así el rostro de su amante bien pegado a su entrepierna, mientras Petronia temblequeaba.

Pasó algo más de un minuto cuando apartó a Petronia y se lanzó contra su esbelta figura. Sus bocas se cruzaron una vez más cubiertas de sangre. Sus lenguas se hirieron y se ofrecieron un beso sanguinolento tan salvaje como placentero.


Por el resto de la noche permanecieron con la ropa mal colocada y los sentimientos revueltos. Volverían a Nápoles, reconstruirían las ruinas de su vida e intentarían sobrevivir pese a todo. Eran milenarios y podían soportar una nueva tragedia más en su historia.   

No hay comentarios:

Gracias por su lectura

Gracias por su lectura
Lestat de Lioncourt