Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

martes, 17 de mayo de 2016

Tristeza

Esto fue cuando los dejé unas noches para conocer a Tarquin...

Lestat de Lioncourt 




—Louis, ¿qué estás pensando?—preguntó sentado en aquel enorme sillón de orejas que había comprado recientemente.

La casa tenía un aspecto acogedor y magnífico. Había reformado el salón y la biblioteca dándole una apariencia más abierta y cálida. David se había instalado en el piso superior, cerca de un pequeño despacho que solía usar para comunicarse con Jesse Reeves y otros vampiros mientras recopilaba información, haciéndome compañía. Lestat se había marchado desapareciendo otra vez dejándonos a solas, sin saber bien hacia dónde movernos, mientras que Merrick se dedicaba a recorrer las calles sin nuestra ayuda. Parecía perdida y dolida con el mundo, con ella misma y con los espíritus que alguna vez sintió como parte propia.

—¿Crees que Merrick es feliz?—dijo con la vista perdida en la nada.

Esos ojos castaños con destellos dorados parecía amargos y desesperados. Su semblante parecía hundido en una melancolía similar a la que yo había padecido años atrás. Mis nuevos poderes, el saber que Claudia me detestaba y que el mundo no era del todo como yo creía, me había convertido en un monstruo menos sensible. Apoyé mi frente contra el cristal de la ventana y cerré los ojos. No sabía como asumir el riesgo de animar su miserable alma, pues él había logrado experimentar todas las etapas de la vida y yo sólo podía ofrecerle mi experiencia como vampiro.

—La felicidad es muy relativa—murmuré apartándome de la ventana para acercarme a él.

—Lo sé, para cada uno la felicidad se define de formas distintas y no se puede decir que tu felicidad, o los hechos que te hacen feliz, es igual a la mía. Eso lo sé, Louis—dijo moviendo suavemente su cabeza para quedar recostado sobre el sillón. Parecía un hombre agotado de setenta años aunque su rostro, y el resto de su apariencia, mostraba a un hombre de treinta años con los rasgos aún demasiado extraños para él. Todavía se miraba al espejo buscando al hombre que fue, al director de la Orden de Talamasca, y luego se echaba a reír como un maníaco dándose cuenta que había tenido mucha suerte y que su vida, su nueva vida, era un milagro oscuro que disfrutaría cada segundo. Pero Merrick no era así—. Sin embargo, ella me mira, sonríe apática y dice que todo va bien. Yo no me creo que vaya bien. Esos poderes que ha acumulado no son los que ella esperaba y creo que tampoco es lo que realmente la completa.

—No ha conseguido lo que quiere y eso no lo va a tener nunca—dije.

Deseaba ser suave con él porque no era su culpa. A veces dañamos a las personas sin que nos lo propongamos. Admito que he dañado en varias ocasiones a Lestat e incluso a Armand, que es mucho más frágil de lo que todos pueden llegar a pensar.

—¿Y qué quiere?—murmuró.


—Seguramente creía que siendo uno de los nuestros haría su vida más estable y lograría calmar su dolor. Ya no se sentiría sola y aislada, sino que sería parte de un mundo donde tú estás. Ella deseaba ser igual o mejor que tú, pero lo único que ha logrado es verse nuevamente en la alargada sombra de tu figura. Tú no la miras como deberías hacerlo y no has perdonado como ella esperaba. Sí, la quieres, pero no la amas de esa forma tan desesperada como ella a ti. David... ha intentado vengarse de mil formas porque aún está herida. Es como tú dijiste... un gato... un gato salvaje y negro que se camufla con su pelaje en mitad de la noche, se mueve por los callejones y arranca pequeños momentos de libertad, para no recordar que la única mano amable la torturó y ella acabó arañándola—suspiré sentándome a su lado en otro sillón similar.  

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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt