Durante largos años he publicado varios trabajos originales, los cuales están bajo Derechos de Autor y diversas licencias en Internet, así que como es normal demandaré a todo aquel que publique algún contenido de mi blog sin mi permiso.
No sólo el contenido de las entradas es propio, sino también los laterales. Son poemas algo antiguos y desgraciadamente he tenido que tomar medidas en más de una ocasión.

Por favor, no hagan que me enfurezca y tenga que perseguirles.

Sobre el restante contenido son meros homenajes con los cuales no gano ni un céntimo. Sin embargo, también pido que no sean tomados de mi blog ya que es mi trabajo (o el de compañeros míos) para un fandom determinado (Crónicas Vampíricas y Brujas Mayfair)

Un saludo, Lestat de Lioncourt

ADVERTENCIA


Este lugar contiene novelas eróticas homosexuales y de terror psicológico, con otras de vampiros algo subidas de tono. Si no te gusta este tipo de literatura, por favor no sigas leyendo.

~La eternidad~ Según Lestat

miércoles, 18 de mayo de 2016

Café para dos

Este escrito se ha encontrado en un diario de uno de los Mayfair más conocidos: Cortland Mayfair. Cortland era hijo de Julien, padre de Evelyn (Evy) Mayfair y amante ocasional de Stella Mayfair que a su vez era hermana por parte de padre. 

Hoy sale a la luz como regalo atrasado del día contra la homofobia y transfobia. Mañana habrá otro texto para conmemorar este hecho. Porque no importa como seas porque siempre encontrarás a alguien que valga la pena para compartir tu vida. 

Lestat de Lioncourt


La cafetería estaba prácticamente desierta. Era aún demasiado temprano para tomar café solo y un croissant, pero muchos proletarios ya se habían bajado de sus camas y caminado por las calles hasta las fábricas y campos cercanos. Ella estaba allí sentada con su magnífico carmín rojo embelesando a todos con una sonrisa suave e indecente. Sus cortos y negros cabellos rozaban ligeramente sus pómulos empolvados, igual que sus terribles ojeras ocultas gracias al maquillaje, provocaban que su cuello pareciera aún más largo y hermoso. Aún no había pegado ojo y todavía sentía como la música vibraba en su cuerpo.

Por un momento su sonrisa se esfumó volviendo serio su rostro de ángel. Sus largas pestañas negras descendieron y sus ojos azules se aguaron ligeramente. Pensó en él. No podía dejar de pensar en él. Siempre la había acompañado de algún modo en sus pensamientos y en las escasas oraciones que conocía. Su tío Julien, su verdadero padre, había desaparecido hacía ya algunos años pero lo sentía cerca en cada fiesta, cada timba ilegal en el salón con la excusa de tomar un té con leche o limonada, y también en aquella inmensa biblioteca que fue su habitación y despacho en la casa. Recordó cuando la quiso y protegió. Ahora era madre y sabía bien qué era preocuparse por el bienestar de una niña que iba a crecer rodeada del mismo ambiente podrido, turbio y extraño que ella. No quería que aquel fantasma se acercara a ella con las mismas palabras con las cuales la engatusó siendo una niña. Julien apartó a Lasher siempre de su camino, pero cuando murió fue imposible detenerlo.

El tintineo de la campanilla de la entrada a la cafetería la sacó de sus pensamientos y la arrojó a la realidad. En la puerta estaba ella apoyada ligeramente buscando la mesa donde se había sentado. Su traje blanco con flores pequeñas azules le daba un toque infantil. Tenía las mejillas rojas y frescas, nada de maquillaje, y se notaba que había dormido plácidamente en su cama. Hacía más de dos días que no la veía, pero sentía lo mismo que la primera vez que se cruzó con ella. Adoraba a Evy del mismo modo que Julien la adoró hasta el mismo día de su muerte. Aquella chica voluptuosa, de cintura de avispa y caderas suaves tenía una mirada suspicaz pero inocente. Ella aún guardaba una inocencia casi pura y fresca como el rocío en mitad de una mañana de primavera.

Ambas acabaron frente a frente consolándose con la mirada. Stella vestía de negro, como aún fuese de luto por Julien, pero con una falda demasiado descarada para aquella época y unos tacones muy llamativos. Evy no llevaba tacones y siempre vestía algo puritana. Esas dos chicas eran distintas por completo, pero se necesitaban y no podían vivir la una sin la otra.

—¿Cómo está tu hija?—preguntó—. Ya casi debe ser una jovencita.

—Está empezando a hacer demasiadas preguntas y ya no sé controlarla. Tengo miedo que cometa un error tras otro—dijo bajando la mirada hacia sus manos pequeñas y finas.

—Ah... la mía apenas anda y ya me está dando dolores de cabeza—respondió echándose a reír mientras le tomaba de las manos—. Los hijos son complicados porque los padres lo somos. No somos santas, Evy.

Quien las viera vería a dos chicas de rasgos algo similares consolándose como buenas amigas. En realidad eran dos primas, con vínculos demasiado mezclados como un cóctel explosivo, que jugaban a algo más que a caricias cuando nadie las veía. Sus ojos hablaban de amor pero no de uno simple, sino tan complicado como ellas. Se deseaban, se amaban y se necesitaban.

—¿Vendrás hoy a casa? Necesito que vengas—dijo Stella.

—Claro. Hoy posiblemente podamos contarnos algo más que penas—murmuró con una sonrisa coqueta mientras sus mejillas se ruborizaban aún más.

El olor del café, los pasteles y la primavera endulzaban el ambiente en aquella coqueta cafetería que fue llenándose poco a poco. Las camareras sonreían sirviendo café, leche y té a quienes deseaban comenzar la mañana con un pequeño desayuno en mitad de una ciudad cargada de misterio e historias singulares. Ellas se comían con la mirada mientras mantenían pequeñas charlas aparentemente simples o vacías. Sin embargo, esa noche las sábanas darían buena cuenta de la pasión y la entrega de otras conversaciones llenas de gemidos y placeres.



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Gracias por su lectura

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Lestat de Lioncourt